lunes, julio 31, 2006

Yoga para meditadores

Fotografía: Ángeles Pedrero Encabo

(NOTA: Este es el texto completo del artículo publicado en la versión impresa del nº4 de la Revista Dharma. Hemos adjuntado toda la secuencia de fotos realizadas por Ángeles, algunas de las cuales no fueron incluídas en la publicación. Para reproducir todo o parte del artículo, así como las imágenes consulta al final de la página o contacta con nosotros.)

Desde tiempos antiguos los meditadores han sentido la necesidad de mejorar su práctica a través de la realización de ejercicios físicos y al mismo tiempo aliviar su cuerpo tras largos periodos de meditación. Sin duda, practicar con regularidad la meditación conlleva la mejora de nuestro estado físico, pero también es cierto que a través de la práctica del Yoga es posible prepararnos para una práctica de la meditación en una posición más equilibrada y relajada.
Vamos a mencionar las áreas corporales más relevantes en este trabajo. Y luego hablaremos de los ejercicios específicos encaminados a lograr los dos objetivos principales en la práctica del Yoga en relación con la meditación: la preparación para las posiciones sedentes, y la compensación después de largas sentadas.


Rodillas y tobillos

Dentro de la práctica del Yoga la flexibilidad y la fuerza no son dos cualidades contrarias, sino que se complementan. De hecho, la principal receta para mejorar el funcionamiento de una articulación es fortalecerla y flexibilizarla a través del movimiento y el estiramiento. Lo cual crea espacio, que es muy beneficioso para el correcto funcionamiento de la articulación.
Es importante comprender que, en la posición sentada con las piernas cruzadas, la mayoría de los problemas en las rodillas y tobillos no provienen de éstos sino de una excesiva rigidez de las ingles, pelvis y caderas que transfieren tensión a las otras articulaciones de las piernas. Por tanto nuestro objetivo será flexibilizar las articulaciones, ligamentos y músculos que unen a las piernas con el tronco. Cuando conseguimos más flexibilidad y espacio en ingles y caderas, entonces las rodillas y los tobillos experimentan a su vez mayor soltura.


La espalda y los hombros

Desde el punto de vista físico, la corrección de la posición de la espalda cuando estamos sentados con las piernas cruzadas en meditación, proviene de la situación de su base. Para aliviar y disolver tensiones en la espalda, en el cuello y los hombros es preciso que nuestra posición sobre el asiento sea firme y equilibrada. La zona de contacto sobre el asiento ha de ser la adecuada: los isquiones (en inglés se llaman precisamente "seat bones" o huesos de sentarse) y el punto entre los isquiones conocido como Muladhara ("asiento" en sánscrito), que es el centro del perineo. Esta es la base del tronco en la posición sentada, que no debe de estar inclinada ni demasiado adelante ni demasiado hacia atrás, procurando en todo caso no sentarnos sobre los glúteos. De cualquier modo hay que procurar que la curvatura natural de la zona lumbar no esté ni sobreestirada ni tampoco acentuada. Si conseguimos este estiramiento natural de la espalda desde su base, lograremos el equilibrio del tronco y la cabeza. No habrá entonces tensión en la espalda, hombros o cuello y los músculos de estas zonas permanecerán relajados y sanos. La columna vertebral sana tiene varias curvaturas naturales que le dan esa peculiar forma serpenteante de adelante a atrás. Sin embargo la energía debe alinearse de forma ascendente, desde Muladhara y los isquiones hasta la cúspide de la cabeza, como si empujáramos el asiento con los isquiones tratando de elevar la coronilla. Además de atender a la colocación correcta en el momento de sentarnos, es beneficioso que nuestro cuerpo adquiera la flexibilidad y el espacio interior suficiente para conseguirlo.


Compensar y Preparar

Si una posición de meditación correcta y relajada necesita ser compensada mediante la movilidad y el estiramiento, aún más, entonces, las molestias de una posición física que todavía no es la adecuada pueden encontrar alivio mediante diversos ejercicios yóguicos. También existen diversos ejercicios que nos preparan realizándolos habitualmente y en el momento inmediatamente anterior a la meditación para que nuestra sentada sea la mejor posible desde el punto de vista físico.
Algunos yoguis célebres sostienen que el objetivo principal de las asanas o ejercicios yóguicos es prepararnos para la meditación. Hay miles de asanas. Hemos procurado seleccionar las que son de más fácil realización para la mayoría de las personas y que además aúnan el doble efecto beneficioso de compensar las largas sentadas y prepararnos para la meditación.


Estirar la espalda. (Fotos 1 y 2)

Beneficios: Estas variantes de Prasarita Padottanasana son idóneas para estirar la zona dorsal de la espalda, la situada aproximadamente en la región de los omóplatos. Como es lógico, también crea espacio en el pecho.

Técnica: Separa los pies aproximadamente el doble del ancho de las caderas. Es importante empujar los talones hacia el exterior, pues esta acción flexibiliza la base de la pelvis. Alza los brazos y el tronco inhalando y extiéndete hacia delante hasta alcanzar el respaldo o el asiento de la silla. Para extender es necesario separar los puntos extremos. En este caso aleja la silla hacia delante empujándola con las manos al tiempo que mueve los isquiones hacia atrás.

Advertencia: Vuelve andando hacia delante y no tirando del tronco hacia arriba, que sería demasiado pesado para la espalda.


Girar. (Fotos 3,4 y 5)

Beneficios: Girar en silla, sobre un cojín o directamente en el suelo es muy beneficioso para descontracturar la zona lumbar de la espalda, aproximadamente la zona de los riñones.

Técnica: Procura estirar el tronco bien hacia arriba de un modo constante. El abdomen es la referencia, extiéndelo bien hacia arriba. El giro ha de ser suave, aprovechando el espacio que creas al extender y alzar el tronco. No estés demasiado tiempo hacia cada lado. Un minuto y después gira hacia el otro. Si sientes que hay más rigidez hacia un lado, lo cual es habitual, puedes empezar y terminar con el lado rígido haciéndolo una vez más que hacia el lado más suelto. En el suelo o sobre el cojín puedes girar en medio loto, loto, o en cualquier otra posición de piernas cruzadas, siempre que cambies de pierna: la que está arriba la colocas debajo y viceversa, o la de delante, atrás. Es importante equilibrar de este modo.

Advertencia: No ejerzas violencia con los brazos al girar. La fuerza de los brazos ha de servirnos ante todo para extender el tronco hacia arriba.


Flexiones hacia delante (Foto 6, 13, 14 y 15).

Beneficios: Las flexiones hacia delante nos ayudan a extender y flexibilizar la zona baja del tronco, glúteos, caderas y zona posterior de las piernas. Gracias a esta acción luego nos resulta más fácil sentarnos correctamente sobre los isquiones y enderezarnos en las posiciones sedentes.

Técnica: En las posiciones sentadas de piernas cruzadas (Foto 5, loto, medio loto, birmana, etc.) sentarse sobre los isquiones, alzar los brazos y el tronco con la inhalación y, al exhalar, colocar las manos en el suelo y deslizarlas extendiendo el tronco hacia delante hasta que la frente pueda reposar en el suelo o en los apoyos que coloquemos ante nosotros (un banco, mantas dobladas o cojines). En Janu Sirsasana (Fotos 13, 14 y 15), con una pierna extendida y la otra recogida, nos colocamos bien sobre los isquiones, alzamos los brazos y el tronco con la inhalación y, al exhalar, extendemos los brazos y el tronco hacia delante hasta agarrar el pie de la pierna extendida o el cinto que usemos de ayuda. Seguir extendiéndonos hasta reposar la frente sobre el apoyo, que coloquemos sobre la pierna estirada. Es preferible que la frente repose sobre una altura de modo que la nuca pueda relajarse. Para relajar el abdomen y la cara interna de los muslos, reposar bien las piernas en el suelo o las piernas flexionadas sobre una manta doblada. Para relajar la zona baja de la espalda, reposar bien nuestro cuerpo sobre el asiento.

Advertencia: No enroscar la cabeza y el tronco sobre sí. La flexión hacia delante es como el nombre indica hacia delante, no hacia abajo. Si empleamos fuerza para bajar, lo único que conseguimos es contraer el abdomen y el tronco en general. La energía que empleemos será para extender el tronco empujando la coronilla hacia delante.


Flexión profunda extendiendo los brazos desde la espalda hacia delante. (Fotos 7 y 8).

Beneficios: Esta variante de Uttanasana es magnífica para extender los hombros.

Técnica: Entrelazar los dedos de las manos a nuestra espalda. Estirar los brazos hacia los talones y el tronco hacia arriba inhalando. Extender el tronco hacia delante y soltarlo hacia abajo exhalando. Estirar bien los brazos para que no aplasten los hombros hacia el cuello. Soltar bien el tronco y la cabeza para relajar el abdomen, el cuello, la nuca y la garganta.

Advertencias: No emplear fuerza para bajar tronco o la cabeza, no enroscarse sobre sí, lo cual sólo conseguiría tensar el abdomen y bloquear la extensión. Sólo soltar. Vigilar el equilibrio para no caer hacia delante.


Baddha Konasana con apoyos. (Fotos 9, 10, 11 y 12)

Beneficios: Además del provecho que esta posición aporta a la salud, es muy útil para crear espacio y flexibilidad en la pelvis y caderas, facilitando la posición sentada. Además Equilibra y vigoriza la columna vertebral desde su raíz.

Técnica: Sentarse sobre una manta doblada. Colocar los pies planta con planta lo más cerca posible de la pelvis. Inclinarse hacia delante empujando el sacro hacia la pared. Deslizar una manta doblada (o similar, en la foto utilizo un zafutón doblado a la mitad) por la espalda hasta el sacro. Cuando el apoyo de la espalda está correctamente colocado empuja la columna hacia delante y hacia arriba, que es lo que pretendemos. Colocar una tercera manta doblada o cualquier otro apoyo, como cojines, bajo las piernas. Esto es importante para que la cara interna de los muslos y el abdomen se relajen. Dejar que el peso del cuerpo repose sobre los isquiones y a partir de ese apoyo sólido la columna se enderece hasta la cúspide de la cabeza o la coronilla.

Advertencia: No empujar las piernas hacia abajo con las manos o de cualquier otro modo, sino dejarlas que se suelten y estiren por sí mismas o empujando los cantos externos de los pies el uno contra el otro.


Viparita Karani (Fotos 16 y 17)

Beneficios: Esta posición está indicada para descargar las piernas de pesadez y cansancio. Además ayuda a estirar las espalda y flexibilizar las caderas de una manera suave.

Técnica: Tenderse de costado de modo que empujemos los isquiones de modo perpendicular hacia la pared, elevar las piernas procurando separarnos lo menos posible de la pared. Podemos estirar las piernas hacia arriba, dejar que se separen o juntar planta con planta de los pies y aproximarlos a nosotros. O alternar estas tres posiciones. Los brazos también podemos extenderlos hacia arriba sobre el suelo, en cruz o a lo largo del cuerpo. O alternar las posiciones. Una vez ajustada la posición reposar el cuerpo completamente sobre la pared y el suelo.

Advertencia: No dejes que la barbilla se eleve. Recógela con comodidad de manera que la nuca se extienda.



Todas estas posiciones, además de resultar útiles para preparar y compensar las sentadas de meditación, son por sí mismas muy beneficiosas para la salud. Pueden mantenerse de uno a cinco minutos o tanto tiempo como nos resulten cómodas. Podemos realizarlas en la secuencia que aparecen en las fotos o cada una de modo independiente.


Este artículo fue publicado en el nº4 de la Revista Dharma

http://www.revistadharma.com


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lunes, julio 24, 2006

Sopa de piedra (Sabiduría y Memoria)


No siendo maestro es difícil decir algo cierto sobre la relación con los discípulos. Pues el discípulo sólo conoce un lado del escenario, y el maestro se supone que es o fue discípulo también y conoce el escenario completo. Es como ocurre con la paternidad, quien ha sido hijo, y todavía no es padre, conoce sólo una perspectiva.

En la India ya participé en alguna ceremonia de discipulado. Es interesante que un encuentro así quede encuadrado dentro de un ritual. Dos personas se encuentran y una de ellas decide aprender de la otra. Decide aprender una sabiduría peculiar, no un mero conjunto de datos que pudieran encontrarse en un libro, en un disco de discursos grabados o bien, hoy en día, en cualquier soporte o medio informático. En la relación entre maestro y discípulo el encuentro personal es algo definitivo. Es entonces, a este respecto, como la amistad o el amor, por mucho que se hable de amistades o amores epistolares, necesitan el trato personal. Y el encuentro entre personas debe mucho al destino, al mérito o al “karma” que se dice en sánscrito. Y, al menos por el lado del discípulo, también existe un tanto de afinidad o simpatía. Por el lado del maestro éste también puede reservarse el derecho de admitir a una persona como discípulo.

Si decir algo cierto sobre la relación entre maestro y discípulo no es fácil, quizá podamos indagar acerca de lo que haya fuera de esta relación. La posibilidad siquiera de alcanzar cierta sabiduría sin disponer de un maestro es algo que sólo puede pensarse desde el invento y, sobre todo, difusión de los libros de sabiduría. Hoy supuestamente podemos disponer en nuestras bibliotecas o terminales informáticos permanentemente de las palabras de Buda, Lao Tsé, Patanjali, Sócrates y todos los grandes maestros históricos que queramos. Únicamente esta gran afluencia de sabiduría escrita abre la posibilidad de “no querer ser discípulo de nadie pero querer ser maestro de todos”. Y es que el discipulado, además de la transmisión de sabiduría tiene ese otro aspecto más severo que es, como el nombre indica, la disciplina (etimológicamente cualidad del discípulo). También existe esa otra figura del hacedor de sopas de piedra. Se cuenta de un viajero que se encontró con otros en una posada y les propuso hacer entre todos “sopa de piedra”. El viajero con mucha importancia sacó de su morral su “piedra para hacer sopas”, dijo que era el ingrediente principal de unas sopas riquísimas, pero que tendrían más gusto con que sólo cada cual añadiera otro pequeño componente. Uno, que era molinero, aportó harina y aceite, el otro, más pobre, unas hierbas aromáticas recogidas en el camino, otro, cazador, aportó una pieza cobrada, un comerciante añadió especias, el que era campesino puso algunas verduras. Y de esde modo, junto con el agua hicieron una sopa estupenda que comieron entre todos. Apurada hasta el final la marmita quedó en el fondo intacta como al principio “la piedra de hacer sopas”. El viajero la recogió y dijo: “Me la guardo pues sirve para otra vez”. Esta historia me la contó Jorge Ricardo en Rishikesh para ilustrar a aquellas personas que van de lugar en lugar, de maestro en maestro sin aceptar el discipulado o la disciplina (en realidad la autoridad y la ética) pero recopilando su pizca de sabidurías o de técnicas que exhibir en el sitio siguiente.

Por el lado del maestro en principio, y por estricta lógica, cabe pensar que no hay maestro sin discípulos. Pero siempre me ha gustado la idea (por otra parte perfectamente lógica también) de esa llama de la sabiduría perenne que desde un origen mítico se transmite de maestro a discípulo como un fuego olímpico de antorcha en antorcha, como una verdadera transmigración de la sabiduría. Como esas viejas historias taoístas o zen de maestros que viven en cuevas o valles a la espera de un discípulo a quien transmitirle la sabiduría y luego morir tranquilamente teniendo ya un heredero de la tradición. Este es, a mi modo de ver, el verdadero acto de fe, en muchos linajes espirituales: que hay alguien que, siendo depositario de una sabiduría antigua, transmitida de maestro a discípulo, puede transmitírnosla a nosotros. Y es un acto de fe más próximo a la “confianza” que a la “confesionalidad” o a la “profesionalidad”, por barajar tres conceptos cuya etimología contiene la palabra “fe”.

La naturaleza de lo transmitido por el maestro es también un arcano que, como es lógico, sólo conocen los maestros, tengan o no discípulos. En cualquier caso, parece verosímil que no se trata de un secreto, como una fórmula mágica que sólo conozca el aprendiz de brujo. Tampoco es una biblioteca de datos. Y, sin embargo, la transmisión memorística de un discurso de sabiduría es y, sobre todo, ha sido un elemento básico en importantes linajes. Es lo que ocurrió con los Vedas de la India, que fueron transmitidos de generación en generación durante cientos o miles de años. (Tal vez fueron creados o re-creados en este proceso). Dentro del budismo también sólo en el Primer Concilio a la muerte de Buda se aprobó el “Tripitaka” o conjunto de sus enseñanzas, y probablemente pasaron varias generaciones de transmisión oral y memorística antes de que se pusiera el “Tripitaka” por escrito. También las enseñanzas de Socrates o Jesús fueron estritas tras su muerte. Otras sabidurías, como el Yoga, tras su origen tardaron con certeza milenios en comenzar a describirse en libros (por primera vez con Patanjali entre el siglo tres antes o después de nuestra era). En numerosos linajes por todo el mundo este modo personal de transmisión de conocimientos de maestro a discípulo sigue todavía en uso. La memorización y el recuerdo de la enseñanza constituye de por sí una parte principal en la práctica de las tradiciones que la utilizan o utilizaron. Ahí el discurso por parte del maestro, y su aprendizaje memorístico por parte del discípulo es básico, pues el discípulo luego se convierte en depositario y transmisor vivo de esa enseñanza. Pero aparte del recuerdo, hay algo más. La historia del budismo nos da una pista acerca de la diferencia que pueda haber entre la memoria de la enseñanza y la comprensión de la sabiduría contenida en la misma. Ananda era uno de los discípulos más próximos al Buda histórico. Se dice que conocía y recordaba todos sus discursos. No obstante, no alcanzaba la comprensión de los mismos. A la muerte de su maestro tuvo que soportar la censura a este respecto de sus condiscípulos, y se dice que la aceptó con humildad. Finalmente (pese a saber todos los discursos de Buda) pudo alcanzar la iluminación. Lo cual nos hace ver también que sabiduría y conocimiento sin ser lo mismo tampoco están reñidos.

Ananda conocía y recordaba todos los “sutras” o discursos de Buda pero no podía transmitir su sabiduría, o sea, no era maestro. Otros (como ocurrió con Kondañña, antiguo compañero de ascetismo y primer discípulo de Buda) apenas unas palabras o un encuentro breve les había bastado para comprender o “iluminarse”, lo cual aquí creo que significa alcanzar el grado de maestro.

Todo lo cual, visto al menos desde fuera, nos induce a pensar que el magisterio consiste no tanto en recepción y transmisión de un “corpus teórico” como en la recreación y actualización personal de una sabiduría. Que es, pienso yo, el llamado maestro interior, o sea, una vez alcanzado el magisterio, es posible acceder a la sabiduría sin necesidad de consultar a alguien de fuera sino por la intuición o el acceso a la sabiduría perenne que sin duda hay dentro de cada cual. En suma, la relación entre el maestro y el discípulo quedaría como la enseñanza del acceso a la sabiduría interior, por los modos o procedimientos que el maestro conozca y el discípulo aprenda. Y todavía, desde el punto de vista espiritual, en algunas tradiciones se añade una suerte de bendición o de “gracia” (estoy procurando traducir términos foráneos) que el discípulo reciba del maestro.

Artículo publicado en el nº2 de los Cuadernos de Seikuji

Foto: Hojas del Árbol de la Iluminación

viernes, julio 14, 2006

Correspondencia con Bombay


Dear Viral,

I hope you, family and friends are right.

I've remembered the beautiful places we visited together in Mumbai.

I think we traveled in the same train line that have been attacked.


Dear Joaquin,

Was really happy to see ur mail,and with the GOD's grace am fine and also all fine with my family and friends and relatives.

Yes we had travelled on the same line.