El viernes pasado, día veintinueve de marzo de dos mil siete, parece que más o menos puse punto y final a la aventura de publicar mi libro Manual de Primeros Auxilios para Vidas Destrozadas.
Algunos meses atrás estaba tratando de salir del embrollo administrativo que me había supuesto la publicación de este libro, y tras hacer alguna gestión, estando yo de un humor menos que regular y acordándome del día en que se me ocurrió la idea, se me acercó una señora elegante más o menos de mi promoción para saludarme mientras yo soltaba el candado de mi bicicleta. Quise reconocer en ella alguna compañera del bachillerato, pero nada. Me preguntó si había publicado algún otro libro después de Manual de Primeros Auxilios para Vidas Destrozadas. Cuando pude cerrar la boca del pasmo, volví a abrirla para decirle que todavía no. Me dijo que estaba deseando leer algo más mío. Y se despidió.
Era la primera (y hasta ahora última) vez que alguien me conocía, me reconocía y se me presentaba por causa de este libro del que creo se vendieron aproximadamente unos quinientos o seiscientos ejemplares, que yo sepa. Me recuerda a aquella vez que vino una persona a recibir una clase de Yoga al estudio. Al final de la clase me aclaró que el Yoga no le interesaba pero que había venido para conocer al autor de Zambullida. Me hizo algunas preguntas respecto al libro de poemas que publiqué en el año dos mil. Lo elogió con generosidad y se marchó hasta nunca más.
Algún día contaré más cosas acerca de cómo escribí este libro. La cuestión era que los libros de consejos vitales (llamados de autoayuda) siempre me habían parecido muy pretenciosos. Alguien desde una altura olímpica se dedicaba a dar consejos a los humanos allí abajo. Pretendí escribir un libro donde el autor se diera consejos a si mismo y luego los expusiera al público. Una suerte de auto ironía de los consejos o las sabidurías vitales, ironía que procuraba expresar el título.
Concluido este capítulo que fue la publicación del libro, me parece que si vuelvo a publicar otro libro será o dentro de un plazo largo o de muy distinto modo. Concluyo ya este capítulo habiendo padecido algún desengaño, que agradezco, pues era antes un poco ingenuo acerca del limitado ámbito del intelecto y acerca de ese rompeolas entre el espíritu y el mercado que es el mundillo de los libros. Atrás quedan algunos cientos de ejemplares en algunas cajas que estarán en algún almacén no sé donde. Hay varios sitios en la web donde puedes conseguir Manual de Primeros Auxilios para Vidas Destrozadas. Supongo que se habrán hecho con alguna caja de la distribuidora o de la imprenta. También se puede adquirir aquí y aquí
O, si vives en Málaga o, si de algún modo contactas conmigo, puedes solicitármelo directamente.
Si quieres, puedes leer el libro publicado a modo de bitácora en esta página.
[En la imagen la portada del libro diseñado por Pablo Gallego con ilustración a partir de un óleo de Miguel Gómez Losada.]
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1 comentario:
querido joaquín, no solo fue un placer participar en la portada del libro, sino que su interior es para mí una guía.
un abrazo amigo. te recuerdo a menudo
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