Hace algún tiempo mientras me cortaban el cabello, el peluquero, haciendo honor a la típica (o tópica) elocuencia de su oficio, indagó acerca del mío: “Así que es profesor en un centro de Yoga. ¿Y ustedes levitan?”
Estuve tentado de responderle: “Continuamente. Levitar es la cosa más natural del mundo.”
Es interesante que lo conocido vulgarmente del Yoga, que si la levitación, la inmovilidad, el blanco de la mente, etc. es no sólo poco acorde a la realidad sino incluso contrario a la misma. Al menos desde que yo estudio el Yoga lo que aprendo es precisamente la necesidad de pisar fuerte el suelo, antes que elevarse por los aires.
Respecto a pisar el suelo observo que hay personas que pisan el suelo como si les quemara, y hay quienes pesan en el suelo como si no pudieran despegarse de él. A este respecto lo que propone la práctica del Yoga es precisamente pisar fuertemente el suelo para elevarse hacia el cielo. No estoy hablando en términos metafóricos, sino que es el fundamento mismo del equilibrio en numerosos ejercicios y posiciones yóguicas. Pero, en cualquier caso, como suele ocurrir con la práctica del yoga lo real se convierte también en símbolo. Hay personas que de tanto anelar el cielo no quieren tocar el suelo, y otras que no sólo tienen los pies en la tierra sino casi enterrados. Se pueden aceptar las condiciones terrenales y mismo así elevarse respecto a ellas. Una cosa que me gusta del Yoga que practico y enseño es la importancia del elemento tierra. El suelo y reposarse en él, la confianza en que maternalmente nos acoja, es el principio de la relajación. Y no hablo en metáfora, pues este es el fundamento de las posiciones de relajación. Pero también valga como símbolo.
Tal como también lo afirmaban los antiguos griegos: las personas habitamos el espacio creado entre el suelo y el cielo.
Foto: Ramakrishna ejecuta mudras durante un arrebato místico.
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