Conviene recordar aquí antiguas opiniones de Occidente donde, desde Platón, se concebía que el cuerpo era una especie de cárcel para el el alma, cuya única liberación posible consistía en la salida de este cuerpo (y, en consecuencia, de este mundo). En las tradiciones filosóficas orientales la liberación no sólo es posible en este cuerpo y en la tierra, sino sólo en la tierra y en este cuerpo es posible la liberación. Cualquier hipotético paraíso de las almas o “Topus Uranos” (mundo de los “devas” que se diría en la filosofía oriental), no deja de ser una jaula de oro. Dentro del pensamiento budista y yóguico la tierra y el cuerpo humano no son un accidente o una maldición, sino que son un instrumento precioso de conocimiento “espiritual”.
En las tradiciones filosóficas de Oriente ocurre que tanto el concepto de mente como el de cuerpo tienen un sentido distinto a los habituales de Occidente. Para empezar la persona o la esencia de la persona no se identifica con la mente, sino que ésta tiene un rango no tan elevado. En la teoría de los “Pancha-Kosas” o cinco capas, se entiende que la persona está constituida por una sucesión de envoltorios, a la manera de capas de cebolla. El cuerpo (físico), así como la mente (emocional) y el intelecto son tres de estos estratos. Los otros dos son la energía y la dicha espiritual. Por otra parte también se habla de diferentes “cuerpos”: el “burdo”, el “sutil” y el “causal”, donde -aproximadamente- el primero sería el cuerpo físico, el segundo el conglomerado emoción/intelecto y el tercero lo que podríamos traducir como “espíritu”, llamado “causal” porque es la causa de los otros dos.
Como la relación entre mente y cuerpo no deja de ser problemática, en los principios de la filosofía occidental también se estableció una división en el alma o espíritu, respecto a las funciones que desempeñaba o a las partes del cuerpo con que se relacionaba, así en Aristóteles y Platón. El motivo original de esta partición era lo que podemos llamar el “diálogo de la mente” (más concretamente el diálogo socrático o platónico de la mente) ¿A quién le habla una persona cuando se habla a sí misma? Por lógica, cuando una persona habla consigo misma lo que en realidad ocurre es que al menos dos partes suyas se comunican entre sí. Lo que se dice del lenguaje verbal también puede decirse del lenguaje simbólico.
Artículo publicado en la versión impresa del nº 8 de la Revista Dharma
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