jueves, febrero 23, 2012

Vivir el presente continuo.

Autocaravana - Óleo / lienzo, 97 x 97 cm. Miguel Gómez Losada 2012

Entiendo que "vivir el presente" desde el budismo, significa vivir consciente de uno, y consciente del entorno en ese "sucederse" del tiempo. Se refiere a prestar atención interior, a los demás, al ámbito, a las circunstancias, a la gestión de las influencias para nuestro aprendizaje, y sobretodo al cambio. Es atención a lo que está pasando. En realidad no es atinado entender la expresión de forma literal. Vivir el presente es ya vivir, y añadirle "el presente" es redundancia: no puedo retroceder físicamente en el tiempo ni dar un salto hasta el porvenir.

La expresión budista, interpreto, se refiere a nuestro presente emocional, que avanza con el poso de la memoria -útil para adiestrarse en no equivocarse de nuevo, o para no crear alerta por todo-, y avanza hacia el futuro, a modo de sueño consciente y creencia para timonear nuestra vida en la dirección de lo que queremos. 

Todo ello conforma la identidad individual: quién soy, y nos prepara para saber estar en grupo, porque este presente amplio abarca cruces de personas y más relaciones que las que uno tiene consigo mismo: quiénes somos. Ejercitarse en este presente continuo que linda con el recuerdo y el deseo, encontrando la medida óptima de estos factores, es ejercitarse en el equilibrio. El presente budista sería como un viento que nos trae olores de las tierras por donde vino, que pasa, y guiado por la ideoneidad de los valles, avanza siempre hacia nuevas geografías.

Me temo que abunda una forma facilona de entender el budismo, equiparando "aquí y ahora", que es apoderarse del día y poner atención en lo que vivo, con "ayer no existe, ni lo que haga mañana". La forma de vida urbana subdivide cada vez más las unidad de tiempo, y quedamos estrangulados en el instante, donde no cabe ni el recuerdo ni la creencia. El culto al instante encuentra la excusa perfecta para desentenderse de cualquier responsabilidad, tapando lo que estuvo mal y evitando el compromiso de pedir disculpas, "arreglar el entuerto", y de mejorar para la próxima. También, esta forma de vivir la inmediatez se lleva bien con el escepticismo, que nos libra de creer, y nos libra de echarle coraje para avanzar en dirección hacia los sueños y hacia los ideales.

 Entender el presente continuo nos vuelve comprensivos con nosotros y con los demás, adquiriendo conocimiento al abrir el foco de nuestra consciencia a un tramo de tiempo más amplio -ver el transcurrir desde arriba-; nos ayuda a comprender que, no somos, porque cristaliza y califica el instante, sino que, estamos siendo; y también nos prepara para creer en lo que ha de venir, que es esperanza, y sentimiento de transcendencia.

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