¿ES EL YOGA PARA SERES PERFECTOS?
Cuando B.K.S Iyengar, uno de los
maestros de yoga más célebre del mundo, vino a Málaga a dar una
conferencia, muchos esperábamos tal vez un alto discurso sobre las
sublimidades o sutilezas del yoga. Pero él casi se limitó a hablar
sobre el tabaco. Dijo: “Si queréis fumar, fumad aire puro”. Y
luego añadió: “Pero si seguís fumando tabaco, al menos practicad
yoga para que el fumar no os haga tanto daño”.
En ocasiones puede parecer que el yoga
es para personas, sanas, serenas, sin vicios, vegetarianas,
flexibles, fuertes y hasta hermosas. Y no digo esto como suposición
sino según mis años de experiencia. Cuando enseñaba al final de
una empinada escalera, en el ático de un viejo caserón del siglo
XVII en el centro de Málaga, alguna vez sucedió que personas que
subían a consultar me preguntaban si ellos, que tenían tal o cual
supuesto impedimento, podían aprender yoga. Yo les respondía que el
único requisito forzoso para aprender yoga en aquel lugar era poder
subir las empinadas escaleras, que algunos principiantes subían casi
sin resuello. Una vez incluso, una persona me telefoneó para decirme
que quería aprender yoga pero que tenía “un problema”. Cuando
le pregunté por la naturaleza del problema, me respondió que tenía
cuarenta años. Yo le contesté que mi problema era algunos años más
grave que el suyo.
Me parece óptimo que personas jóvenes,
hermosas, inteligentes, flexibles y adornadas, en suma, con todo tipo
de virtudes se inicien en el yoga. Sin duda les ayudará a fomentar
sus cualidades, a conocerse mejor, a evolucionar física y
espiritualmente, y a encontrar su destino o su lugar en este mundo.
Sin embargo, es preciso aclarar que necesitamos un camino sobre todo
porque no hemos llegado al final del mismo y todavía tenemos que
recorrerlo. Muchas personas, gracias al yoga, han tenido la
oportunidad de superar obstáculos, mejorar y desarrollarse como
personas gracias al ejercicio decidido y constante.
B.K.S. Iyengar no dijo: “Quien fume
no puede practicar yoga”. Sino que aconsejó: si fumas, al menos
practica yoga.
Tal como yo lo entiendo, los yamas y
los niyamas, o sea, las consignas higiénicas o éticas del sabio
Patanjali (y cabría decir también las del budismo) no son
coercitivas sino orientativas, o sea, es decir, no obligan sino que
enseñan. Con todo, la prudencia siempre es necesaria. Por ejemplo,
no veo ningún impedimento en que un fumador o bebedor practique
asanas, quitando algunas invertidas. Pero no me parece aconsejable
que un fumador practique pranayamas ni tampoco acepto que alguien con
signos de haber bebido entre en la sala de prácticas. También suelo
sugerir a los fumadores con humor, pero no en broma, que es
aconsejable dejar un tiempo prudencial después de practicar, antes
de encender el primer pitillo. Por lo menos dejar pasar uno o dos
años.
La práctica del yoga es celosa. No
admite la convivencia con hábitos poco saludables. Quien se ejercita
con asiduidad y concentración no tarda en advertir y experimentar
que las sustancias tóxicas y los alimentos pesados no combinan bien
con la realización de las asanas o pranayamas. En nuestra mano está
elegir lo mejor para nosotros.
La esencia de sabiduría de cada
persona es idéntica, no importa el supuesto grado de evolución en
que se encuentren.
Sé que quien recurre a los hábitos
nocivos lo hace tal vez movido por cierta ansiedad o nerviosismo, en
busca de un alivio que rara vez llega y, en cualquier caso, pronto
pasa dejando lugar a males mayores. La práctica del yoga, por un
lado, nos va trayendo poco a poco la tranquilidad, la claridad y el
equilibrio que necesitamos. Por otra parte, nos aporta el bienestar
de la salud. Y por fin, nos reconecta con nuestra intuición que nos
dicta qué es lo que más nos beneficia y conviene. Nos da la fuerza
para afrontar dificultades y desarrollar propósitos. No digo que
funcione siempre, pero sí en muchos casos, y de cualquier modo
ayuda. Conmigo, al menos, resultó.
http://yogasala.blogspot.com
Publicado en Agosto de 2010, en el en el nº 40 de la versión española de la Revista Yoga Journal.
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