El sufismo es una corriente mística del Islam que engloba a
unos 50 millones de personas de todo el mundo. Su propósito es inspirar una
unión entre los seres humanos y Dios, mediante la elevación del alma a unos
estadios más avanzados de conciencia. La expresión emocional de la fe se
intensifica no sólo a través de la meditación, sino también mediante técnicas
artísticas como la música, la poesía y la danza.
Los practicantes del sufismo están agrupados en distintas hermandades llamadas tariqa, pl. turūq., y sus integrantes derviches. Una de las
expresiones más conocidas de esa fe es la danza giratoria de los derviches
turcos de la orden
Mevlevi, que realizan con el acompañamiento de poesía
cantada de su fundador, Yalal ad-Din Muhammad Rumí (1207-1273), considerado uno
de los importantes sabios sufíes de todos los tiempos.
"Quienquiera que seas, ven.
Aunque seas
un incrédulo, un pagano o un adorador del fuego, ven.
La nuestra no es una hermandad de desesperación.
Aunque hayas roto
tus promesas de arrepentimiento cien veces, ven".
Rumi, el gran poeta sufi
Esta danza se ejecuta en una ceremonia llamarada “sema”, que es presidida
por un maestro espiritual o sheik. Se
gira de derecha a izquierda, en un flujo de movimiento constante o, lo que es
lo mismo, hacia el corazón, ad intra.
De derecha a izquierda, en sentido contrario a las agujas del reloj, esto es a
contratiempo, anhelando remontar el curso de la historia hasta el instante en
que fuimos conscientemente uno con la divinidad.
La ceremonia intenta reflejar la naturaleza giratoria de todo lo que se
encuentra en la naturaleza, desde las galaxias a los átomos. Mediante la sema
el sufí llega al conocimiento de la Verdad, lucha contra su ego y abraza la perfección.
Cuando regresa de su viaje espiritual, lo hace como alguien que aspira a servir
con amor y entrega a toda la creación.
En lo que se refiere a las largas ropas blancas que los derviches llevan en
la sema, éstas representan mortajas
para el ego; los largos gorros en forma cónica simbolizan tumbas de piedra para
ese mismo ego. Durante la danza mística, que puede durar horas, el derviche
mantiene el brazo derecho levantado para recibir simbólicamente las bendiciones
y energía de lo alto, mientras que el izquierdo está inclinado hacia abajo con
el fin de derramar las bendiciones recibidas sobre la tierra. Los derviches
forman un círculo y cada uno de ellos se mueve en armonía al ritmo de la
música, aumentando lentamente la velocidad e intensidad de los movimientos
hasta que todo termina en una cumbre de exaltación espiritual.
El régimen laicista turco de Kemal Artartuk prohibió en 1923 la orden Mevleví y
esta danza. Sin embargo en 1953 la autorizó de nuevo, más como
simple atracción turística que otra cosa, y perdiendo en buena parte su
esencia, ya que el sema en su origen no es un acto teatral y ni tan siquiera público.
A Egipto, esta tradición y el sufismo llegaron con la conquista otomana y
permanecen arraigadas en las costumbres populares y son una parte fundamental
de los "maulid" o fiestas de los santones. La
falda o "tanura" es el elemento principal de esta tradición. Se dice
que la falda, al subir, simboliza la elevación del espíritu. Otra teoría acerca
de la importancia de esta prenda es que representa las cosas malas de las que
el ser humano debe deshacerse, y por ello los derviches se van quitando una a
una las distintas "tanuras" de colores. La danza de los derviches egipcios sigue siendo fiel a la danza turca en
algunos aspectos y en su origen tiene también un significado espiritual, pero
agregó instrumentos tradicionales como la rababa, el mizmar y el sagat
(parecido a las castañuelas), la falda es de colores vistosos y tal vez por todo ello se considera que priman más los aspectos relativos al folclore.
Los Sufís son profundos conocedores del psiquismo humano, además de magos,
poetas y excéntricos vividores errantes con poderes más allá de lo ordinario.
Para alcanzar el más alto estado espiritual de unión con Dios son requisitos imprescindibles: CONVERSIÓN,
ABSTINENCIA, RENUNCIACIÓN, POBREZA, PACIENCIA, AMOR A DIOS, ALEGRÍA,
TRANQUILIDAD, MEDITACIÓN, REFLEXIÓN y CONTEMPLACIÓN.
Estos requisitos guardan analogia con el yama y niyama
del Yoga hindú.
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