Practicar Yoga te pone en contacto con tus limitaciones. Al principio, cuando uno aún no se ha curtido a base de disciplina y ardor y practica en casa, en la intimidad, a solas, la tendencia es a realizar las posturas y movimientos que le resultan más fáciles y placenteros. Es normal, ¿quién querría sufrir el martirio de esas contorsiones y estiramientos? ¿quién en su sano juicio iba a someterse a sí mismo, la mañana del domingo, a semajante tortura? ¿quién iba a elegir adoptar la posición que más incomoda le resulta y permanecer ahí respirando y observando? Eso es cosa de faquires y masoquistas, creo que pasaré directamente a la relajación, que para eso es domingo.
Luego asiste uno a clase de Yoga, que para eso se ha pagado la mensualidad, así me obligo y voy. Y claro el profesor, o la profesora, según sea el caso, no tiene reparo en ponernos en estas inverosímiles posiciones. Si tenemos suerte y hay apoyos a mano, se nos ayuda con un taco de madera, un cinto, una manta, una silla, y se nos monta una especie de andamio, apuntalados, para que nos sostenga en la dichosa postura sin pegar el saleazo. Y encima, te dicen que mantengas la atención en el cuerpo. Respira, dicen.
Ante esto hay repuestas de todo tipo. Hay quien realmente respira y permanece, se rinde y suelta. Hay quien espera a que termine el mes, que para eso ha pagado, y no vuelve más. Hay, no pocos, que luchan, tratan de ir más allá, allá donde no pueden, más allá de los propios límites, su respiración se vuelve dificultosa, tironean, y en ocasiones caen al suelo desvalidos y sin energía. El Yoga nos enseña Ahimsa, a no luchar, a observar nuestras propias limitaciones y aceptarlas, respirarlas, y sólo ahí, en la aceptación, en la rendición, viene el progreso, la liberación. No se trata de sufrir, muy al contrario se trata de bordear nuestros límites amablemente, recorrerlos como si fueran las fronteras de nuestra nuestra geografía amada, pararse en los acantilados de nuestras estructuras y sentir la brisa fresca, el espacio sin límites que nos contiene, que nos sostiene. Y así, saliendo del confort de lo cómodo conocido, justo en medio de nuestras más humanas y físicas limitaciones podemos conocernos como seres ilimitados, sentir lo Infinito concretándose en esta carne, en estos huesos, en esta piel exacta y tangible.
Quizá haya quien diga que esto del Infinito es una arrebato poético mío que no ven ni de lejos, y que lo único tangible y palpable son las agujetas que nos sobrevienen al día siguiente. Pues también, las benditas agujetas, nos recuerdan a cada movimiento, con cada pinchanzo, justo donde tenemos que mirar. No pocas veces el Yoga, nos señala allá donde no queremos mirar, y es una bendición, pues es mejor y más seguro verlo en el cuerpo, y acompañado del profesor, o la profesora, y del grupo, con ropa cómoda y apoyos que nos sostengan. Es mejor en clase, donde uno, o una, puede ir descubriéndose, y amándose de a poquito, despacito y buena letra. Es mejor aquí, en la estirlla, poque si no es el Yoga, será cualquier persona, de esas que llamamos "personas dificiles", o cualquier situación, por lo general sorpresiva, en ocasiones accidentes, o enfermedades, que también nos ayudan a mirar ahí, justo donde no queremos mirar, y por lo general de forma más dura y desagradable que cualquier postura de Yoga, a veces sin apoyos ni precalentamientos. Practicar Yoga no nos garantiza una vida sin accidentes, dolencias, pérdidas, o personas difíciles; estas cosas vendrán si han de venir, pero nos enseña a encararlas de otra manera, como las personas que se conocen y saborean sus límites saben responder cuando la vida les impone los suyos. Pues eso hace la vida, delimitarnos, concretarnos, nos encauza. Y en ese sentido el Yoga es un entrenamiento para la vida, la vida real. Nos enseña a conectar con nuestro verdero ser, ilimitado, en medio de la realidad concreta y tangible del cuerpo en movimiento y la respiración.
Habrá a quien esto que digo le suene a chino, o no vea la relación. Probablemente si llegaste leyendo hasta aquí algo pillaste; si no, discúlpame, te lié sin intención. A veces, veo el sufrimiento y la lucha en mí, pero aún me resulta más fácil verlo en los demás, así va el temita. Pero en cualquier caso, tanto si lo veo en mí como en otros, dentro o fuera, intento reconocerlo, aceptarlo y respirar, y así me conozco, os conozco, como un Ser ilimitado conociéndose a sí mismo en esta concreción.
Que todos los seres sean felices,
que todos los seres alcancen la paz,
se liberen de la ignorancia.
Luz en la mente, Paz en el alma.
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