http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/6320188/ramiro-calle-sin-el-yoga-habria-acabado-en-un-psiquiatrico#.U26IwKZ5MxA
–Su padre, rico agente inmobiliario (Exclusivas Ramiro), le confesó hace muchos años a su otro hijo, Miguel Ángel: «Tenemos que mentalizarnos de que siempre tendremos que mantener a tu hermano».
–Sí, eso dijo. En aquellos tiempos, nadie conocía el yoga en España, y mi buen padre no podía imaginar que podría triunfar con esa disciplina.
–Pero creó el Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas, ha escrito más de 260 libros... Ha hecho dinero.
–Al final, sí. No lo busqué y vino. El dinero no va hacia quien lo busca, sino a donde quiere. El destino es más poderoso de lo que creemos, pero no por eso hay que dejar de ayudarse a uno mismo.
–Ahora hay muchos mercaderes del espíritu...
–El supermercado de la espiritualidad está lleno de embaucadores y falsarios. Explotan la necesidad de la gente de creer en algo.
–El yoga le ha dado...
–Todo. No comprendo mi vida sin él. Yo era un niño enfermizo, física y psíquicamente. El yoga me salvó. Sin él habría acabado en un psiquiátrico.
Después de más de cien viajes a la India, de todos sus libros, de conocer a los gurús y mentores espirituales más sabios, ha aprendido «que la paz y la dicha están dentro de uno, como lo mejor y lo peor, como los templos». Y yo le digo al yogui que nosotros anhelamos la filosofía de Oriente y Oriente anhela nuestros coches, y el yogui me dice que es así, que ellos son ahora más materialistas que nosotros. «Les hemos contagiado el materialismo; sólo quieren Rolex y Mercedes».
–Y al final, ¿los maestros espirituales le revelaron algún secreto?
–Uno: el secreto está en parar, detenerse, para ir más allá del pensamiento y alcanzar el punto de quietud.
–¿El sentido de la existencia es que no tiene sentido?
–Dice el Zen que mientras no encuentres el sinsentido no encontrarás el sentido. Nos falta humildad: sólo somos el tornillo de un portaaviones y pretendemos conocer todo el portaaviones.
–La Reina está muy interesada en estas cosas...
–Sí, la conocí hace años, cuando era profesor de Yoga en la Autónoma y ella estudiaba Humanidades. «Quiero hablar con usted a fondo», me dijo. Y nos vimos cinco veces. Ama a los animales, es pacifista y vegetariana.
–Fue o es profesor de yoga de Rodrigo Rato...
–Estuvo hace poco en clase. Lleva 30 años practicando yoga. Medita todos los días y eso le ha ayudado a mantener el equilibrio frente a los problemas.
También pasan por su centro el tenista Verdasco, los ex futbolistas Guti y Butragueño, el músico Nacho Cano... Hace no mucho, el yogui estuvo a punto de morir de una infección en el cerebro que contrajo en Sri Lanka. Le dieron cuatro horas de vida y su neurólogo dijo que se salvó de milagro. Pero él no cree en los milagros como habitualmente se entienden; cree «que hay potencias que desconocemos y que pueden operar de manera milagrosa; un milagro es lo que desconocemos y no controlamos».
–¿Teme a la muerte?
–No. Si has estado prácticamente muerto, ya no temes a la muerte.
–¿Cree que en otra vida será...?
–No creo en la reencarnación. Somos una ola que nunca deja de ser mar.
–¿Y cómo se ve ante el espejo a los 70 años?
–Veo una carcasa en declive, veo un holograma, un espejismo.
–¿Lo peor de envejecer?
–No saber envejecer. Crear conflictos en lugar de aceptar que todo lo que nace, muere.
El
yogui dice que la degradación es menor si haces yoga. Y que quien no
acepta lo inevitable es un necio. No bebe. No fuma. Es vegetariano por
respeto a los seres vivos. Es, también, él lo dice, un esclavo de su
disciplina. Hace yoga físico y mental todos los días. Da clases. El
yogui avisa de que en el supermercado de lo espiritual hay mucho
placebo: «La gente quiere atajos para alcanzar la felicidad, y no hay
atajos». Acaba de publicar «La dicha del alma» (Vergara), un viaje de
búsqueda espiritual para descubrir que la vida, a veces, te regala
inesperados maestros.
–No sé si tiene alguna frustración...–He querido ser un místico y me he quedado a mitad de camino. Si la reencarnación fuera posible, que yo creo que no, me gustaría reencarnarme en San Juan de la Cruz.
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