El
retorno del hijo pródigo
En una de las
meditaciones que organiza Joaquín García
Weil en su centro de yoga “Yogasala Málaga”, e invitado por él, acudí con
una compañera de la Facultad de Psicología que cursaba su último año de carrera.
Al finalizar la meditación y tras la posterior tertulia, al presentarle a
Joaquín y como si de preguntar la hora se tratase, le dijo más o menos así: ¿qué es y qué utilidad tiene la meditación?
Mi amigo, muy correcto en todo momento, se limitó a responder, como sin ánimo
de convencer, que “meditar es esto que
hemos hecho, y vale para sentirte como te sientes ahora”, respuesta que a
mi amiga no le resolvió la cuestión, aunque es posible que germine en algún
momento posterior. Ya en la calle y de vuelta a casa me preguntaba el porqué de
esa respuesta e insistía en no entender que habíamos hecho en la sala; para no
desentonar, creo, seguí el rumbo fijado por Joaquín.
Como saben los
meditadores expertos, dar respuesta es una tarea un tanto compleja; podemos
decir que es el acto de dejar pasar, de no engancharse en los pensamientos,
sentimientos y emociones que aparecen, la dudosa opción de dejar la mente en
blanco o pararla, de retirar el poder que le hemos concedido, de retomar
nuestro trono, ser el rey en nuestro reino, para ser y sentir lo que somos a
través de nuestros sentidos un tanto atrofiados y bloqueados, (como los tenía El caballero de la armadura oxidada de Robert Fisher) para volver a
conectarnos con nosotros mismos como antaño, proceso que nos describe el
Psicólogo, alquimista y amigo Carlos
Velasco Montes en Las enseñanzas del
Caballero de la Armadura Oxidada. Quizás lo que consigue la meditación es retomar
nuestro centro intuitivo, conectándonos con nosotros mismos, para que la
inteligencia pase a ser un instrumento a nuestro servicio y no al contrario,
diluyéndose ese “ego” juicioso que nos separa los unos de los otros y con todo
lo que es.
¿Por qué ocurre esto?
Según nos expone Taylor Steve en su libro La
Caída de Ediciones La Llave, la aparición de la inteligencia dio paso a las
primeras civilizaciones, al desarrollo del lenguaje, y este, al hecho de poder
hablar con nosotros mismos, a la dualidad, a la separación; “Comimos así del árbol de la fruta
prohibida, la mente”. Una semilla o un animal no se pregunta quién es, ni
cuál es su función o lugar en la vida, sencillamente lo ocupan.
Antes de las primeras
civilizaciones, cuando se habitaba en pequeños grupos con un lenguaje pobre o casi
inexistente y unas estructuras sociales simples, estábamos más conectados. Posteriormente,
la complejidad de dicha sociedad y el desarrollo de medios técnicos más
avanzados, derivaron en una mayor utilización del intelecto, potenciando y
desarrollando más aun dicha inteligencia. Los avances trajeron consigo
acumulación de riqueza, excedente de alimento, y con ello la aparición del
egoísmo y la avaricia, sentimientos que fueron ganando sitio en beneficio del
“ego”, personaje impetuoso y astuto que nos hace creer que somos él.
Paralelo al
desarrollo de la inteligencia aparece el lenguaje con su retórica y la
posibilidad de hablar de tiempos pretéritos y futuros. Según el profesor Dan Everett, tras investigar durante
más de 30 años el lenguaje de “Los
Tirajás”, tribu situada en la cuenca del Amazonas a su paso por las
fronteras entre Perú, Colombia y Brasil, concluyó que su lenguaje carece de
retórica, de numerología y su único tiempo es el presente, denominándola por
todo ello “La gramática de la felicidad”,
ya que observó en estos años de convivencia, que vivían en un estado de
continua felicidad, nunca se preocupaban por situaciones ficticias creadas por
su mente; sólo hablaban en presente, y si le preguntaba por el número de hijos,
se limitaban a decir “muchos, pocos o lo normal”. Su lenguaje no les permitía
decir una cantidad exacta, en cambio si podían nombrarlos a todos.
El lenguaje nos
ahonda en la dualidad mental, en esa que nos confunde y nos identifica con lo
que habla y no con lo que observa; nos identificamos con el cochero y olvidamos
que somos el señor que viaja en la carroza, ese lugar de quietud desde el cual
decide y ordena, haciendo uso de las emociones y la mente para tomar dichas
decisiones, la explicación está basada en la conocida metáfora entre el
carruaje de caballos con pasajero y el ser humano, donde el carruaje sería el
(cuerpo), los caballos las (emociones), el tan útil cochero (la mente) y el
pasajero o señor que viaja dentro, seria nuestro ser más profundo, nuestra
esencia, el observador que debiera dirigirnos, es decir, lo que somos realmente.
Por otro lado, Robert M. Sapolsky en su libro, ¿Por
qué las cebras no tienen úlceras?, nos muestra como al no estar en nuestro
centro, vivimos en un estado de ansiedad casi permanente; nuestro “sistema
simpático”, sistema de “lucha-huida”,
activado habitualmente más tiempo del recomendable; pudiendo ser dicho estado
predisponente y/o precipitante de enfermedades físicas (somatizaciones) y
mentales. En cambio, si nos mantenemos presentes y en calma, el sistema
inmunitario funciona perfectamente, debido a que el sistema nervioso activado
mayoritariamente sería el “parasimpático”.
Al acallar la mente
por medio de la activación del área prefrontal, principalmente, conseguimos
reducir la activación de la amígdala, (relacionada con las emociones), la
activación del hipocampo se ve modificada y se modulan los sistemas sinápticos
de neurotransmisores entre otras muchas consecuencias neurológicas en las que
no vamos a entrar ahora, reduciéndose así la activación del sistema nervioso
simpático, y con ello el buen funcionamiento del sistema inmunológico; el
organismo se armoniza y equilibra, viéndose saludablemente fortalecido por
ello. A continuación el sistema nervioso parasimpático relacionado con el
estado normal o de no alerta tomará el timón del barco la gran mayoría del
tiempo, salvo en momentos de verdadero peligro, cuando realmente se vea
obligado a centrar todas las energías en el sistema de lucha-huida.
El siguiente paso
sería habitar nuestro cuerpo, retomar el trono cedido, siendo este uno de los
actos de mayor humildad que podemos tener, dejar de estar en la mente, para
estar presente y habitar el cuerpo; aceptar la “realidad” tal cual es, sentir y
vivir las emociones y sentimientos que aparecen a cada momento, sin juicio ni
resistencia, desde la “rendición”, desde la aceptación de lo que es y no puede
ser cambiado, y por supuesto, tomando la acción adecuada para cambiar lo que
puede y debe ser cambiado. Esta quietud nos aporta la sabiduría necesaria para
un recto obrar desde esa información que nos proporcionan las emociones y
sentimientos, lo que sería “Atención Plena o Mindfullness” de Jon Kabat-Zinn, basada en técnicas y
prácticas milenarias como el “Vipassana” del Zen.
Si no retomamos
nuestro sitio, si no cumplimos con nuestra función, seremos como la semilla que
siente la necesidad de brotar y no lo hace, pudriéndose y no cumpliendo su función
en el “plan divino”. Seremos un tanto desagradecidos con la vida y con la
oportunidad que nos brinda. Muchas religiones son coincidentes en valorar como
de los peores “pecados” el suicidio. Porque cada situación, por dura que sea, y
escape a nuestro entendimiento racional, tiene un sentido y nos guarda una
enseñanza; al igual que cuando algo o alguien nos produce malestar, detrás de
esto tenemos un aprendizaje y un crecimiento, un regalo a fin de cuentas, hacemos
de espejos los unos de los otros, somos alumnos y maestros en todo momento. Cuando
algo nos molesta o nos mueve excesivamente de alguien, puede deberse a algo que
no nos gusta de nosotros mismos, sea esto por exceso o defecto. Debemos de
entender las sombras que nos muestra nuestro ego como oportunidades de
crecimiento, agradeciendo la oportunidad de tomar conciencia de todo ello, y recordar
que tras cada sombra existe una luz que la produce.
Las religiones, y muy
especialmente la católica, nos enseñan a huir de nuestros lados oscuros, del
pecado; nos dicen qué es el bien y qué es el mal, como si de actos concretos se
tratase. Y, ¿qué es el “Pecado”, que
es “Pecar”? Pecar, en su origen
griego, significa errar el blanco. Los arqueros griegos lo utilizaban para
denominar los lanzamientos fallidos; luego se utilizó en el mundo espiritual y/o
de crecimiento personal, como no estar en uno mismo, estar separado de…; en
definitiva, “errar el blanco”, traicionarse
a sí mismo, permaneciendo en cierto estado de disociación “esquizo-paranoide”
alejados de la realidad e incluso viviendo una realidad paralela. El doctor en
psicología y actual icono mundial en Gestalt y Eneagrama, Claudio Naranjo, diferencia entre “pecado y patología” por el grado de responsabilidad según la
conciencia o separación que tenga el sujeto de la realidad, entrecruzando ambos
términos y no habiendo una línea divisoria clara entre los mismos.
La psicología y la
medicina actual, a través principalmente del DSM-V y la CIE-10, entre otras
variables, sitúan la buena salud mental en la media poblacional, la adaptación
al medio entorno habitual y el bienestar percibido por el sujeto. ¿Y cómo puede ser referencia una sociedad a
todas luces enferma? Tenemos y debemos introducir otro concepto de salud
mental distinta a la buena adaptación a un grupo de referencia a todas luces
disruptivo. La salud mental probablemente no sea otra cosa que el tan divinizado
“estado de iluminación”, visto como
un continuo y desde una perspectiva “lineal”; tendríamos en un extremo las psicopatologías,
en un lugar intermedio a la mayoría de la población con cierto grado de “enfermedad”,
y en el extremo contrario la tan ansiada salud, “iluminación” o “estado original”. Actualmente contemplo la
posibilidad de poner en marcha un proyecto de investigación con la Directora
del grupo de trabajo en Inteligencia Emocional Plena de la Facultad de
Psicología de la Universidad de Málaga, y profesora en dicha Facultad, la
Doctora Natalia S. Ramos; ambos estamos
interesados en comprobar la posible inclusión del grado de presencia y/o
conciencia del sujeto como una de las variables principales en la determinación
de la salud mental.
En su libro Después del Éxtasis, la Colada, Jack Kornfield nos habla
de la iluminación como algo natural, de la importancia de la terapia en dicho
proceso y de cómo no dejan de ser personas con emociones y sentimientos,
“normalizando” dicho estado de iluminación que afortunadamente y según parece
no es un fenómeno tan escaso en la actualidad. Tradicionalmente se ha
relacionado la iluminación con poderes, milagros y estados excepcionales que
quiebran las leyes naturales conocidas. Quizás sea algo más simple, y una vez
en ese estado cada cual ocupa su lugar en el plan divino, unos serán hortelanos
y otros líderes espirituales; lo importante, en mi opinión, es que cada persona
ocupe su lugar y cumpla con su cometido en la vida una y con el Uno, desde una
felicidad y quietud no exentas de emociones, sean estas entendidas como
“positivas o negativas”, que todas ellas forman parte de la vida. Por lo tanto,
el grado de salud o patología lo determinaría principalmente nuestra presencia
“rasgo o estado”, como estado de presencia habitual o estado de presencia en un
momento puntual voluntariamente conseguido, respectivamente, no bastando con la
discriminación o conciencia entre mundo interno
y externo de Sigmund Freud.
Hasta donde llegan
los conocimientos actuales de la psicología, cuando el área prefrontal de un
adulto se desarrolla sucede la madurez, encontrando diferencias de tamaño y
activación entre sujetos jóvenes y adultos maduros. Esta área tiene una
estrecha relación con la toma de decisiones; si no está debidamente
desarrollada, son decisiones impulsivas y temperamentales como les sucede a
sujetos no maduros y adolescentes. También se observa, como dijimos antes, una
correlación inversa entre la actividad prefrontal y la amigdalina. Un buen
desarrollo de todo ello correlaciona con meditadores experimentados, con lo
cual “la Meditación” se presenta como una herramienta efectiva para contribuir
a una buena salud mental y física, ya que muchas de las enfermedades físicas
son psicosomatizaciones.
En algunos casos, hay personas
que cuando llegan a su primera meditación se ponen nerviosas, se les acelera la
mente, dificultando con ello la labor meditativa o de calmarla desde la no
acción; incluso ese momento de darse cuenta puede ser “impactante” al descubrir
a la mente infraganti, el ego se defiende, su poder corre peligro. Nos
autoengañamos y volvemos al piloto automático, “mejor olvidarnos de todo”, pero
tenemos que hacer saber a quienes se inician, que siempre hay una meditación
para cada persona; la meditación activa, igual va mejor para este tipo de
personas, ya que de alguna forma se les da un hueso a roer como los mantras;
así nos lo hace saber Ramiro A. Calle en
su libro El Faquir, en el cual su
protagonista deambula de maestro en maestro hasta encontrar al suyo, derivado
por los anteriores, conocedores de que “hay tantos caminos como personas”.
Un cuento Sufí nos habla de los
miedos que aparecen al vislumbrar estados de conciencia elevados o no
habituales para el sujeto. La síntesis del cuento es la siguiente: “Cuatro
meditadores o alumnos se iluminan súbitamente. Uno huye aterrado para nunca
volver a la búsqueda espiritual; otro se vuelve loco por no asimilar su mente
lo que ve, mientras que el tercero muere de infarto al no resistir su corazón
tal descubrimiento o estado; por último, el cuarto se mantiene en estado de
iluminación y plenitud. Son teóricamente las cuatro opciones que “existen” si
se consigue dicho estado en un momento que no estamos adecuadamente preparados para
ello, y sobre todo, son los tres miedos que aparecen inevitablemente,
acentuándose en caso de ir demasiado deprisa. Esto sería debido a lo que nos
explica Jack Kornfield en su ya
mencionado libro Después del Éxtasis, la
Colada, la necesidad de un caminar paralelo entre “psicoterapia y meditación”, de ahí el dicho popular: “si quieres
saber si alguien está iluminado, llévalo una semana a convivir con su familia”.
Un proceso, basado solo en la meditación sin apoyo terapéutico, quedaría y
seria un proceso incompleto e inconcluso, al igual que a la inversa.
Por último,
hablaremos de la teoría del “Mono Loco”
debido a su importancia y necesidad. Si no fuese
por ese primer mono que bajó del árbol siendo devorado por los depredadores. Si
no fuese por él y los que le siguieron posteriormente, no seriamos bípedos;
nunca hubiésemos evolucionado; seguiríamos “andando” por los árboles a cuatro
patas, o nos hubiésemos extinguido como le sucedió al hombre Neanderthal. Esto
es lo que hicieron grandes personas históricamente reconocidas, como Buda,
Jesucristo, Gandhi, Martín Luther King y otros muchos anónimos para la mayoría;
bajaron del árbol siendo asesinados por personas que veían peligrar sus
estructuras y posiciones de seguridad; tenían miedo, fueron seres despiertos
que veían más allá, personas que dieron esos primeros pasos enseñándonos el
camino que otros siguieron, incluso dando su vida en post de la evolución.
Dichos sujetos carecían de “adaptación” al medio y a su época, en cambio, sí
que gozaban de una muy buena salud mental, y de un estado de presencia y conciencia
excepcionales para su época y entorno.
Quizás en un tiempo
no muy lejano sea la gran masa la que despierte, esa “masa crítica” de la que tanto se ha hablado: el periodo del fin de
los tiempos, el tan temido fin del mundo conocido, ese tiempo en el que las
personas serán “juzgadas”. ¿O será algo
más benigno? Ese arrobamiento que describen las escrituras que hará
desaparecer a los sujetos para ser llevados al paraíso. ¿No será la descripción
de la iluminación? Y lo que se describe como el fin de los tiempos, ¿será el
final del tiempo del ego? Quizás, y solo
quizás, en breve “el antílope
descanse junto al león” y para que esto suceda, debemos “ser un instrumento en manos de Dios” para que su música suene a
través de nosotros.
AGRADECIMIENTOS:
Agradecimiento especial
al profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga, Doctor Juan Manuel Manzaneque por las
correcciones de estilo y dedicación prestada; y al escritor, profesor de
filosofía y Yoga Joaquín García Weil.
El retorno del hijo pródigo | desQbre - Psicología y Formación -http://desqbre.wordpress.com/2014/05/15/el-retorno-del-hijo-prodigo/
El retorno del hijo pródigo | desQbre - Psicología y Formación -http://desqbre.wordpress.com/2014/05/15/el-retorno-del-hijo-prodigo/
El retorno
del hijo pródigo | desQbre - Psicología y Formación -http://desqbre.wordpress.com/2014/05/15/el-retorno-del-hijo-prodigo/
No hay comentarios:
Publicar un comentario