lunes, septiembre 12, 2005

El Filo de la Navaja


Rishikesh, 7-9-2005

Escribo desde el tranquilo restaurante de los Hare Krishna. Rodeado de indios, me vengo aquí a solas con el cuaderno. Dicen que quien escribe no vivie, pero lo mismo si no más se puede decir de la cámara fotográfica. A veces la dejo en el armario sólo para gozar y no perderme las miles o millones de fotos posibles de la India: el variopinto paisaje humano, los monos robándole las ofrendas de azucarillos a los peregrinos o un swami susurrándole secretos a una vaca sagrada en la oreja.

Ayer venía por el puente colgante de Laxman después de darme una ducha espiritual en una cascada de los Himalayas, y un lugareño paró su moto junto a mí. Me resultaba conocido pero no lograba identificarle con las gafas de sol. Cuando se las quitó me vino al recuerdo de inmediato aquel delgado bramacharia vestido de blanco que se pasaba todo el día recitando japa (letanía hinuístas de rosario). Ahora lo veía convertido en un hombre de negocios, amable, eso sí, como siempre. Me dijo que había estado dedicado a la exportación de productos ayurvédicos, pero que aún practicaba Yoga cada día.

Ram fué uno de tantos casos de vidas cortadas por el filo de la navaja. Recordaréis quizá la película basada en una novela de Somerset Maugham, protagonizada por Tyrone Power. Se trata de un joven estadounidense regresado de la primera guerra mundial, que se niega a recomenzar una vida normal. Sus amigos le recomiendan que encuentre un trabajo y que se case con una bella muchacha que le hace ojos y que le recomienda la misma cosa. Pero él se niega porque va buscando no sé qué, no se sabe dónde. Tras una breve estancia en París viaja a la India, a los Himalayas, donde ingresa en un templo de las montañas donde es instruido por un maestro espiritual. El maestro y el templo parecen poco indios, pues son sencillos, desprovistos por completo del jolgorio religioso de por aquí, de mantras, cimbales, tambores y dioses abigarrados. La India es bastante hippy y el templo de Tyrone Power es más bien de estética Zen, o a lo más Vipassana. Por consejo de su maestro, remonta nuestro héroe espiritual todavía más alto por las cordilleras donde, dentro de una cueva, alcanza en éxtasis la comprensión de no sabemos qué. A instancias del maestro regresa a Occidente, en concreto a París, donde tras algunas peripecias desaparece para, realizando trabajos humildes, ayudar a las personas, no sabemos cómo.

Acertó el novelista al describir un tipo humano que sin duda ha existido siempre, pero mayormente en la India contemporánea: miles de personas vienen a la India buscando no se sabe qué, no se sabe cómo, abandonando o siendo abandonado por su vida hasta entonces. Pululan, deambulan de un lado para otro en esa eterna búsqueda de ese no menos inconcreto enigma. Y no sólo occidentales autoexilados, hasta refugiados, diría yo, en tierras del espíritu, pero también lugareños como Ram, que escapó hace tiempo de una vida entera para medio morir de hambre mística y de inanición física en alguna cueva de los Himalayas, para luego reencontrarse a sí mismo al cabo de los años sobre una motocicleta, gafas de sol y ropa de paisano.

Sobre el puente cruzan los peregrinos y algunos sadus (renunciantes). Bajo el puente rema un equipo de jóvenes dinámicos sobre una embarcación neumática, y baja una barcaza donde bolliwood (la industria cinemátografica local) rueda el enésimo melodrama sobre una bella joven desdichada a causa de su pérfida suegra.

3 comentarios:

J. A. Montano dijo...

Qué mal ha quedado, en este contexto, el "usuario anónimo" ese, que ha soltado su cagadita automática en todos los blogs de blogger. ¡Muy mal, anónimo! ¡Has quedado muy mal! :-)

Joaquín García Weil dijo...

José Antonio,

se trata de robots que colocan publicidad en los blogs.
Para evitarlo, he activado la verificación de palabras, que dificulta el mecanismo de los robots o programas informáticos, aunque nos dé un poco la lata para enviar comentarios.

Om

Jesús dijo...

Vi esa película en televisión, cuando era pequeño. A mi madre le gustaba mucho el cine y le encantaba Tyrone Power. Se me quedó grabada una escena donde el protagonista le confiesa a su prometida que no quiere una vida normal, un trabajo normal, que siente la necesidad de encontrar algo que no sabe bien lo que es, ni donde hallarlo. Luego he querido encontrar la película, pero no recordaba el título. Ahora ya sé cuál es :)