Conchi tal vez sea una de las mejores profesoras de Yoga de España. Y esto también incluyendo profesores. Y aunque Conchi, por cierto, no necesita este reconocimiento, suele decirse que es de ley agradecer a nuestros primeros maestros.
Respecto al agradecimiento, me gusta el estilo indio. La palabra hindi “danevate” (gracias) apenas la he escuchado más que en las megafonías de los aeropuertos. Y no es que los indios sean desagradecidos, sino que agradecen de corazón, pero no a los transmisores del don sino a los dioses directamente.
En el puente colgante de Ram Jula, en Rishikesh, hay un ciego que siempre canturrea una salmodia “Ram, Ram, Ram.” Me gusta ponerle una moneda en su bote de lata por que cuando escucha el tintineo lanza un “Oooom Raaaaam”. Le agradece la moneda a su dios como no podía ser de otro modo. Me encanta.
Hace dos o tres veranos casi nos cruzamos Ignacio y Conchi por un lado y yo por el otro en las calles de Rishikesh. Pero coincidiendo en el espacio y casi en el tiempo no llegamos a encontrarnos. Ya nos habíamos encontrado años antes cuando acudí favorablemente asombrado a mis primeras clases de Yoga.
Me contó luego Conchi que deambulando por los Himalayas un sadhu o santón de las remotas cuevas de las altas montañas, sabiendo que son profesores de Yoga les regaló un vídeo de esta materia. Cuando visionaron la cinta, allí estaba este vuestro servidor realizando asanas entre otros yoguis o aprendices de yoguis en la India. Así está de interconectado el mundo o las almas, o cada alma a través de ese centro que es común a todos. En fin, que es como el Internet, pero sin cables.
Honor a nuestros primeros maestros.
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