Hace algunos días se produjo un momento humorístico en el recibidor de la sala donde enseño Yoga. Entro una persona que dijo estar buscando un Yoga que no fuera físico. No habían pasado ni dos minutos cuando entró otra persona que también indagó sobre el tipo de Yoga que enseñamos, pues procuraba un Yoga que sólo fuera físico.
El caso es que me pareció entender lo que cada una de estas personas quería. Una buscaba una práctica que no fuera un mero ejercitarse mecánico y repetitivo como el de los gimnasios, por muy saludable que pueda ser. La segunda quería un método que tuviera los pies en la tierra, que no fuera una divagación metafísica con tientes exóticos.
Y ahora yo tenía que responderle a ambas al mismo tiempo. Si el Yoga fuera una mera gimnasia no me interesaría. Es revelador que los griegos alejandrinos llamaran "gimnosofistas" a los yoguis. La sonoridad del término me hace gracia, porque sugiere algo así como unos sabios (sofistas) que hacen gimnasia. Como es conocido, era tradición de los antiguos griegos ir a los gimnasios a ejercitarse y filosofar. En realidad, el término “gimnasia” significaba en griego “desnudez”, de donde pasó a designarse de tal modo a los ejercicios que en la Grecia de aquella época se practicaba sin ropa. Desde entonces el ejercicio y la sabiduría quedaron hermanados en occidente, comprendidas dentro de un mismo ámbito educativo. Todavía en Alemania a los istitutos de bachillerato se les llama “Gimnasium”.
Me gusta definir el Yoga como una “gimnasia” pero como una “gimnasia de la mente”. Igual que los ajedrecistas utilizan las piezas y el tablero para ejercitar la mente, durante la práctica del Yoga se ejercita la mente a través del movimiento y posiciones del cuerpo. Aunque esta explicación tal vez no sea del todo exacta, sin embargo me parece que es bastante ilustrativa. La diferencia que establecían las dos personas que vinieron a preguntarme acerca del tipo de Yoga que enseño, que si físico o de otro tipo que supuestamente sería espiritual o mental, está bastante extendida no sólo en Occidente, sino en la India mismo, a mi parecer debido a la influencia occidental. He leído no pocos libros antiguos y contemporáneos sobre Yoga y tal distinción no aparece hasta tiempos recientes. Aun así todavía prevalece la ausencia de conflicto. Por poner un ejemplo, en “Death must die” de Atmananda, donde recoge su aprendizaje de la prestigiosa líder espiritual india Anandamayee Ma, nos encontramos lo siguiente:
“Mataji me mandó aprender asanas de Pushpa y hacerlas todas las mañanas antes de la meditación. Pushpa me enseñó Surya Namaskar y otras asanas…”
En los relatos de otros yoguis célebres, y celebrados como “maestros espirituales” la práctica de las asanas aparecen sobre todo en relación con la meditación, principalmente como preparación a ésta. La devoción, los cantos y la meditación, es decir, lo que se suele llamar el “Yoga espiritual” en ningún momento figura como algo contrario o enfrentado al llamado “Yoga físico”, o sea, la práctica de las asanas y los pranayamas. Más bien ambas prácticas aparecen cuanto menos como complementarias. Es lo que puede aprenderse en los escritos de Yogananda, Shivananda y Muktananda, por citar sólo a tres de los más prestigiosos líderes espirituales de la Inida contemporánea.
Artículo publicado en la versión impresa del nº 8 de la Revista Dharma
Foto: Atmananda (Blanca) junto a Anandamayee Ma
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