Agradable velada el domingo en casa del singular pintor Luís Bujalance, donde se habló de meditación, sabiduría oriental, lo impermanente, el aquí y ahora, etc. Entre tanto, sucedió lo siguiente:
Andaba la buena Estrella de tres años haciendo equilibrio sobre el sofá, cuando le resbaló el pié y, ante la consternación de sus padres, fue a parar rodando hacia un bonito jarrón de cerámica casi más grande que ella. El jarrón rodó por la mesa y se nos helaron las sonrisas en la boca. Se produjo un instante eterno de suspense...
Luís Bujalance (podéis ver sus cuadros haciendo clic aquí), apenas habiendo expuesto no ya en Málaga pero en España, dio un triple salto vital y expuso sus cuadros en Oslo, Londres y Nueva York.
La reacción (o tal vez sería mejor decir la no reacción) de Luís Bujalance, me recordó la historia zen del novicio, el maestro, el viejo monje y el cuenco roto. Donde Luís Bujalance era al mismo tiempo el viejo y sabio monje y el dueño del cuenco. Nada es eterno, ni siquiera ese bonito jarrón. Al menos ha sido más resistente la bonhomía de Luís Bujalance, su hospitalidad y su buen carácter. Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario