miércoles, marzo 23, 2011

El Diseño del Génesis


La atmósfera del Génesis infiltra la vida cotidiana. Es una forma interior de experimentar la existencia… Si así lo elegimos.

El Génesis, el origen, el germen, la fuente, el comienzo de una nueva manera de vivir entra por la ventana de nuestro coche, cuando vamos de camino al trabajo, y frente a nosotros, a la vuelta de la esquina, en la pared de un solar deshabitado aparece un graffiti en el que alguien escribió «Yesi, te quiero».

Hay un viento que huele a lluvia en la azotea de casa y que nos alcanza hasta el callejón del supermercado. En la ciudad, supuestamente gris, sin salida, aspiramos ese olor y soñamos ante la promesa de lluvia. En la acera un niño se cruza con nosotros y, aunque en apariencia somos desconocidos, nos sonríe, con una alegría que nos da fuerza para llegar a la cama y pensar que ha sido un buen día.

Hipólito y Faetón, los jóvenes semidioses, en sus carros contra el sol a velocidad vertiginosa, desafían al cielo con su chunda-chunda y sus alerones tuneados. Perséfone y Psique, con un anhelo total de aventura, de lo azaroso, entran en la oscuridad, en el misterio, en la noche, maquilladas, con sus minifaldas y sus botas de mosquetero.

El anciano, sentado en un banco, cuenta un chiste verde a sus amigos y a una madre le brillan los ojos cuando la hija se pone de su lado en la discusión familiar. ¿Quién no conoce a alguien que canta desafinado un cante flamenco, como cantan las gaviotas sobre las naves del polígono?

La plaza está recién regada, por el servicio municipal de limpieza o por el rocío mañanero que sabe salobre como las lágrimas y el mar.

Por la parada del autobús pasa una furgoneta de la Asociación AMA, hay un libro cuyo título es «Ama sin vergüenza», en el ordenador he renombrado una carpeta con facturas, ahora se llama «Ama, sinvergüenza», hay quien ama sin ver. La elección es ésa: amar. La lección también.

El Génesis es mirar a los ojos y sorprenderse de la profundidad sin límites del otro, que es la mía; el Génesis es hablar de forma impecable, es escuchar con actitud a quien nos habla. Es encontrar lo que me une a ti, y a ti, y al otro también, lo que nos hace similares. Es optar por lo que hay de bueno en todos y en todo. Es leer en el cartel anunciador de la nueva ganadora de un festival de cine «persigue tu sueño, cada minuto cuenta».

Estamos aquí como encarnaciones de ese Génesis, de ese germen, de esa semilla, de ese comienzo, para aliviar la arquitectura con nuestra mirada aprobatoria, para dar color a las calles con nuestros vestidos, para danzar toda una noche a ritmo de música house, al compás elegante del vals o del funk, al calor de unas bulerías o de una rumba; estamos aquí para ofrecer nuestro rezo inconsciente a la diosa del amor con nuestras masturbaciones, para aportar la medicina única que cada uno es al lugar donde trabaja.

El Génesis avanza por nuestros cuerpos en forma de guiño seductor, de carcajada, de pasitos de baile delante del espejo, cuando nadie mira, de tarareo bajo la ducha, de caminata hasta nuestra tienda favorita, de abrazo —por muy reumático que sea— a nuestros padres, hijos y hermanos.

La Vida es irresistible, se cuela por los entresijos, siempre en mejoría hacia la Muerte, que no es más que otro estadio de sí misma; las raíces del castaño gigante rompen las aceras, el niño nace con la siguiente Luna, el arbusto salvaje crece en las grietas de la casa abandonada, Júpiter se muestra en el cielo más contaminado, la golondrina hace su nido en el guardabarros, ya naranja por el óxido. Y todo eso sucede de continuo, sin que nuestras neurosis puedan evitarlo, sucede casi con disimulo, en una atmósfera de sencillez y dignidad que nos pertenece… Si así lo elegimos.

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