viernes, octubre 14, 2005

Libros: Terapia Zen

Hoy en día los libros han caído casi al ámbito de productos perecederos, como los melones, o los yogures que se pasan de fecha. Pero hay tantos libros y caen en nuestras manos cuando llegan. El otro día nos prestó Mercedes Terapia Zen de Brazier que no es una novedad sino del 2003. Y a Ángeles y a mí (que siempre nos la apañamos para leer el mismo libro al mismo tiempo, con sus dos marcadores de distintos colores) nos está interesando.

Y parecía que ya se había leído demasiado sobre el asunto Zen. Y parecía, sobre todo, que sobre el silencio y el vacío no había tanto que decir.

A diferencia de otros trabajos sobre el asunto como el de Tomio Hirai Meditación Zen Como Terapia o el de D. T. Suzuki y Erich Fromm Budismo Zen y Psicoanálisis, que son más técnicos y teóricos, Terapia Zen de Brazier es un libro más a pie de obra, más de práctica diaria de un terapeuta profesional que al tiempo es un meditador zen de largo plazo.

Me ha parecido que, sin ser un libro genial o brillante (ni falta hace que lo sea), expresa bien asuntos que de algún modo los meditadores habíamos intuido e incluso le da las vueltas a asuntos trillados tanto del zen como de la terapia.

Hasta ahora lo mejor de Terapia Zen: Muchos de los “problemas” que los pacientes presentan a los terapeutas se reducen a dilemas éticos como “¿Debo permanecer con mi cónyugue aunque me trate tan mal?” “Mi pariente se ha entregado al alcoholismo. ¿Debo cuidarle o atender primero a mis propios intereses?” “Mis padres eran crueles. ¿Debería odiarles o perdonarles?” etc. Dice Brazier que tales dilemas no se pueden resolver de manera intelectual. Son koans, enigmas zen destinados a modificar la mente del meditador.

Esto le hace a uno pensar que igual que tales dilemas que se llevan al psicoterapeuta los que tenga cada cual. Son trampas lógicas. Pero además trampas lógico-emocionales. Por muchas vueltas que les des, no hay salida del atolladero, pero sí es posible dar un giro de actitud, o de perspectiva o de comprensión. El resultado, por muy dramático que sea el asunto, suele ser cómico. Y aún más, una vez resuelto el koan como salto evolutivo o como pequeño satori (iluminación) en ocasiones se resuelve el asunto en lo concreto y real. Pues la mente fue depurada y ahora actúa con más claridad, más ligada a su centro y más en sintonía con la intuición universal.


Como sucede que en este mundo nuestro ya no se vive sino que se cura uno de la vida, o sea, se hace terapia (que me decía Salvador) y dado que, como es sabido, a la meditadción acuden muchos en busca de algún alivio de la psique y esto desde los tiempos del Buda, o antes todavía, pues que me ha parecido que relacionar ambos ámbitos (viva el ritmo de las semejanzas fónicas) se va haciendo cada vez más necesario.

También en este blog un comentario sobre el libro del mismo autor: El Buda que siente y padece.

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