miércoles, agosto 31, 2005

Viaje astral a la India

Londres, 30-8-2005


Un viaje a la India no es a poco un viaje astral pero se le parece. El viaje remonta desde Toro, a orillas del Duero: Salgo a pie tras cerrar la cancela de casa, sigo en bus hasta Madrid, y en metro hasta Barajas y en avión hasta Londres. Raros son los aviones medio vacíos en este tiempo de bombas impensadas. Taxis y hoteles de aeropuerto completan el aderezo del viaje moderno. Antes tenían la aventura, ahora tenemos la técnica.
Ya me gustaría viajar astral como Monroe y tantos otros, salvo que de viajar astral uno no se va a la India, sino directo al paraíso de los devas, por lo menos. Debe ser algo así como cuando en una feria se le escapa a un niño un globo. Remontan arriba hasta donde la mirada no alcanza.
Aparte de eso, para practicar Yoga es necesaria la bendición de un cuerpo terrestre y material, por mucho que queramos decir o zafarnos de él. Ya dije que el cuerpo, por mucho que en ocasiones nos dé la lata es algo simpático y bueno.
A propósito de los Yoga Sutras leí reflexiones semejantes en un filósofo: ¿Por qué existe el proceso o el desarrollo entre el principio y el final del camino? Si lo que se trata es de purificarnos en los avatares de este mundo, Dios nos podría tranquilamente haber ahorrado el trabajo. Pues no, el camino debe de ser andado en cuerpo, transitado en taxi o transido en aviones. Por eso, y por lógica, en términos metafísicos, el alma necesita un cuerpo donde evolucionar y cuidar con descanso y buenos alimentos y ejercitándolo con el Yoga, por ejemplo.

(Delhi 31-8-05)
Mientras transcribo estas notas recibo un correo de Jorge diciéndome que está en Delhi y dónde encontrarlo. Nos encontramos en Varanasi por coincidencia y ya más de una vez no hay forma de encontrarnos a propósito. Me marcho a buscarlo.

viernes, agosto 05, 2005

Libros: los Yoga Sutras


Hay miles de libros sobre el Yoga. ¿Cuáles son los más recomendables?
Aunque uno no se proponga coleccionar libros, es inevitable acumular una buena cantidad de ellos respecto a los asuntos que más nos interesan. Antes de partir de viaje, por razones de economía, de espacio y de peso en las maletas, es preciso realizar una antología. De todos los libros de Yoga que tengo en casa, quise elegir tres básicos que me acompañaran durante el verano. Y aún más, si tuviera que elegir sólo uno, la respuesta sería sencilla.
Que se sepa (al menos que yo tenga noticia) el primer libro que habla de Yoga es el Canon Pali, que es el primer compendio de las enseñanzas de Sidhartra, el Buda histórico. En él se habla de los maestros de Yoga que tuvo y brevemente de las prácticas que aprendió con ellos. Por su parte, el primer texto monográfico sobre Yoga son los Yoga Sutras. Hay estudios que relacionan ambos escritos. Yo mismo he publicado algo al respecto. Pero esto es otra historia de la que hablaremos en otra ocasión.
Los Yoga Sutras fueron escritos en algún momento en el tiempo que va del siglo III antes al III después de Cristo. Están atribuidos a Patanjali, una figura más que legendaria, mítica.
El interés de este libro es el mismo que tiene el propio Yoga: no se trata sólo de una sabiduría sino que propone una práctica para alcanzar la sabiduría. Como es un escrito breve y aforístico, se presta a múltiples interpretaciones. Para el lector contemporáneo, tal vez las versiones más recomendables son aquellas realizadas por personas que hayan, por sí mismas, estudiado el Yoga no sólo como teoría sino como práctica. A este respecto es interesante la versión de T. K. V. Desikachar, que estudió el texto y el Yoga mismo con su padre, T. Krishnamacharya, el yogui que revitalizó la práctica y la enseñanza del Yoga en el siglo XX. Otro de sus discípulos, B.K.S. Iyengar, también firma una edición que es, por el mismo motivo, sugerente.
Sin embargo, en esta ocasión he escogido para mi equipaje de verano un clásico: el texto original con comentarios de Vyasa.