El artista meditador modela al Buda dentro de sí. Con su propio cuerpo procura comprenderlo buscando en sí mismo esa sabiduría antigua y esencial. No es sólo la aceptación plena de sí mismo y de su existencia corporal, pero también la aceptación de la tierra toda. Cuando el artista meditador plasma esa comprensión corporal en el papel, en el barro o en la piedra, la concentración pasa de la quietud al movimiento, del propio cuerpo a las materias exteriores al mismo. Se trata de una aceptación absoluta del mundo.
Respecto a la enseñanza que transmiten esas figuras hay una frecuente en ese sentido. Se trata del gesto en que el meditador con las yemas de los dedos de una mano abierta toca la tierra. Esta es una referencia histórica al momento en que el Buda Gautama en sus soledades meditativas pone a la tierra por testigo de que ha alcanzado la conciencia plena venciendo todas las ilusiones.
Hay varios gestos y varias figuras dentro de esta secuencia de sucesos históricos: el Buda inmóvil en meditación profunda; el que pone a la tierra por testigo de su comprensión; el que camina después para transmitir su enseñanza; de nuevo el meditador que muestra su porte sereno y ecuánime, sentado con las piernas cruzadas, ante sus discípulos y compañeros; y, por fin, el Buda yacente. Se muestra de este modo las tres posiciones básicas de la persona: sentado, tendido y de pie.
Ilustración: Buda en Bhumisparsha Mudra, India, Bihar; Pala period finales del siglo IX o principios del X de nuestra era.
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