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LA ESPELTA. CEREAL AMIGO Y MÁS ANTIGUO DEL MUNDO
Muy mala fama tienen los cereales porque se dice que engordan, y mucho de cierto hay en esto teniendo en cuenta que la mayoría de los panes y harinas que se consumen han sido refinados en su elaboración. Los cereales pierden en su refinamiento todos los nutrientes y valores alimenticios por lo que no sólo “inflan” sin nutrir, sino que roban, en su proceso de digestión, energía al cuerpo, ya que un alimento escaso en vitaminas y minerales se convierte en el estómago en un bolo sin nutrientes que necesita ser eliminado, y esa eliminación necesita de vitaminas y minerales.
Ahora bien, nuestra amiga la espelta es otro cantar. Es también conocida como trigo verde o trigo salvaje, la espelta es un tipo de cereal que lleva cultivándose desde hace más de 7.000 años y está considerada como el origen de todas las variedades del trigo actuales. Sus múltiples beneficios, tanto nutricionales como para el medio ambiente, han provocado que de un tiempo a esta parte sufra un crecimiento en su consumo, que va más allá de una simple y pasajera moda.
La espelta posee un mayor porcentaje de proteínas, minerales, vitaminas y además aporta los ocho aminoácidos esenciales, cuestión muy importante para los vegetarianos que no obtienen aminoácidos de productos animales. También aporta magnesio, hierro, fósforo, vitamina E, vitamina B y betacaroteno. Es ideal para que la consuman personas alérgicas al trigo natural, y, por su abundante fibra, es un excelente alimento para tratar el estreñimiento y consentir al estómago e intestinos, purificando la sangre y tonificando el bazo y el páncreas.
La grasa que contiene la espelta es de tipo insaturado, no contiene colesterol y es rica en ácidos grasos esenciales que el cuerpo necesita ingerir ya que el mismo no los puede sintetizar y son indispensables, entre otras cosas, para el buen funcionamiento cerebral. Hay que señalar, no obstante, que la espelta si contiene gluten como el trigo.
El principal problema que presenta el consumo de este cereal en la actualidad es que, al tener poca capacidad de producción y mucha demanda, su precio es bastante más elevado que el del trigo común. En principio, esto podría traer consigo el riesgo de que la espelta acabe siendo modificada, al igual que ocurrió con el trigo, para poder producirla en mayor cantidad. Esperemos que el aumento de su consumo ayude al desarrollo de la agricultura ecológica y del medio ambiente en general.
Que la disfruteis y os aproveche.
María José
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