martes, enero 11, 2011

Heidegger y el ser para la muerte


Heidegger y el ser para la muerte

L. Heidegger en Ser y Tiempo retoma el problema de ser, que él mismo define como el problema no resuelto de la metafísica en cuanto olvidado o tal vez transformado en no-problema.

Ser y Tiempo comienza con un análisis preparatorio referido al ser del hombre, el “ser-ahí”1, en cuanto «[…] ente al que hay que preguntar sobre su ser con fundamental anterioridad»2. Este análisis parte de la mediedad, es decir del conjunto de los modos de ser reales y posibles del ser del hombre, que se caracteriza por encontrarse delante a un complejo de posibilidades que no necesariamente se realizan. Esta es la idea de la existencia del hombre como “poder ser”.

El hombre está en el mundo siempre como un ente que se proyecta en posibilidades propias suyas. Corresponde, por lo tanto, al “ser-ahí” la elección de una existencia auténtica o inauténtica. En primer lugar, y la mayoría de las veces, el “ser-ahí” está en el mundo del que se ocupa. La ensimismación-en tiene el carácter del extravío en la que el filósofo define como la publicidad del “Se” donde dominan la palabrería, la curiosidad y el equívoco. Esta es la existencia inauténtica en la que el Ser-ahí tiene la impresión de «comprenderlo todo sin previa apropiación de la cosa.

De todos modos, en cuanto siempre arrojada en el mundo del “Se”, la existencia es siempre originariamente inauténtica. Por lo tanto, es constitutiva del “ser-ahí” la deyección, es decir la caída en la mentalidad del “Se”.

Contrapuesta a la inautenticidad está la autenticidad que es ofrecida por la posibilidad del Ser-ahí de elegirse, de conquistarse.

Auténtico es, para Heidegger, el “ser-ahí” que se reapropia de sí proyectándose en base a la posibilidad más suya.

Para una interpretación del ser del “ser-ahí” originaria que implique la autenticidad, resulta necesario plantear «[…] la cuestión del ‘poder ser total’ de este ente [en el cual] […] mientras es, falta en cada caso aún algo que él puede ser o será»4: la muerte. Ahora, la consecusión por parte del “ser-ahí” de la totalidad mediante la muerte implica la perdida del ser del “ahí”, es decir de la existencia. El “ser-ahí” está, por lo tanto, imposibilitado de expresar el pasaje al “no-ser-ahí-más”. Por este motivo, parece importante la muerte de los Otros que permitiría una visión “objetiva” del fin del “ser-ahí”. Así, la muerte aparece como el fin del ente en cuanto “ser-ahí” y el inicio de este ente como simple presencia. Pero esta interpretación es falaz, según Heidegger mismo, en cuanto el “difunto” continúa siendo objeto del “ocuparse” en el sufrimiento y en el pensamiento de los que quedan. Por lo tanto, la muerte se revela como una pérdida en la que: “No experimentamos en su genuino sentido el morir de los otros, sino que a lossumo nos limitamos a ‘asistir’ a él”.

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