"Son
los clientes ideales para las farmacéuticas porque si llegas a ellos
los tienes para toda la vida". Dice el psiquiatra
norteamericano, el Dr. Allen Frances en un reciente reportaje en el
diario El Mundo, hablando sobre la aparente (y falsa) epidemia de la
así llamada hiperactividad y síndrome de déficit de atención,
Como
explica este psiquiatra en su libro, "gran parte del incremento
de casos de TDAH es el resultado de falsos positivos en niños a los
que les iría mucho mejor sin ser diagnosticados". E insiste a
este periódico: "Nos estamos gastando en EEUU unos 10.000
millones de dólares al año en fármacos para el TDAH para tratar a
muchos niños que realmente no tienen ese problema y que están
teniendo dificultades por culpa de aulas caóticas. Al empequeñecerse
los presupuestos para educación, se quitó de en medio en muchos
colegios a los profesores de gimnasia. Es mejor gastarse el dinero en
colegios que maldiagnosticar a los niños y tratarles con medicinas
caras".
El
mencionado reportaje se titula "Las pastillas matan más que las
drogas (ilegales)", con lo que, por responsabilidad y atención
y cuidado de los niños considero que padres, docentes y sanitarios
tendrían que pensárselo bien antes de administrar ese tipo de
medicamentos a los niños. Considero que el bienestar e incluso la
vida de los niños comienza a estar en serio peligro por esta causa.
Este
asunto me recuerda la historia aquella de la madre que llevaba a su
niño de especialista en especialista debido al dichoso asunto de la
así llamada "hiperactividad", hasta que un psicólogo por
fin acierta: "Su hijo no es hiperactivo, es un bailarín".
Imaginémosnos
por un momento el suplicio que tiene que ser para un futuro bailarín
pasar seis o siete horas sentados al día, precisamente por la mañana
cuando más es la energía y precisamente siendo niños, cuando
también mayor es la energía. Así ocurre con todos los niños.
Los
enfermos no son los niños, ni de hiperactividad, ni de síndrome de
deficiencia de la atención ni de nada. Sino que el enfermo es el
sistema educativo que no atiende a las necesidades de los niños.
"You
may say I'm a dreamer..." (Puedes decir que soy un soñador) que
decía John Lennon en su célebre canción Imagine, "but I'm not
the only one" (Pero no soy el único). Tengo una fé sincera en
que tarde o temprano el sistema educativo cambiará, un tanto en el
sentido que apuntaba la pedagoga italiana María Montessori, y otros
pedagogos como Mauricio y Rebecca Wild, entre otros tantos, que
estudian y reconocen las recesidades reales y naturales de los niños.
Ya
no se trata de comprender y aceptar la neurodiversidad de los seres
humanos sin procurar aniquilarla por la vía química o como sea,
sino de aceptar sencillamente lo normal. Y lo normal y natural es que
un niño quiera jugar y moverse, tanto más cuanto más pequeño.
Muchos
padres han caído en una espiral histérica que quiere exorcisar sus
propias ansiedades económicas y sufrimientos sociales a fuer de una
pretendida formación exigente de sus hijos, donde hay una inútil
carrera en que aprendan antes a leer y escribir, saber idiomas, etc.
Llegando en ocasiones al chiste real de guarderías que ofrecen
clases de inglés e informáticas para bebés (¿?).
Que
un niño no preste atención en ante un tocho indigesto y frente a un
profesor desmotivado y aburrido, en un entorno gris de paredes y
patios de cemento, es algo natural.
Cada
vez somos más los padres y educadores que nos planteamos cómo sería
una educación más respetuosa, natural y mejor para nuestros hijos
lejos de la simpleza de que cuanto antes, cuanto más cantidad mejor.
¿Dónde está el límite? Cuando éramos niños (en los años 60),
lo normal era comenzar a leer a los 6 o 7 años. Hoy en día parece
que ninguna precocidad satisface a padres y docentes que consideran
que lo normal es lo que antes sería considerado una atracción de
feria.
No
digo todo esto como hipótesis o especulación, sino porque conozco
diversos casos de niños, o personas que habiendo sido declarados
"hiperactivos", sin medicación ni nada semejante o
escapando del sistema educativo convencional, lograron luego ser
personas de provecho e incluso brillantes.
Qué
mundo el nuestro donde lo considerado "alternativo" es lo
natural y debería ser normal, y, por otra parte, lo convencional es
bastante extraño.
Sobre
todo, no permitamos que los intereses económicos de editoriales del
sector de la enseñanza y las industrias farmaceúticas se lucren a
costa del bienestar de nuestros niños.
Joaquín G Weil
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