Esforzarnos mucho para que las cosas sucedan, hacer nuestros sueños realidad, satisfacer nuestros deseos. Tienes que darlo todo, el dinero no crece en los árboles y no esperarás que te llueva del cielo. El sacrificio y la lucha son valores en alza en nuestra cultura, o en la cultura que se nos ha impuesto, la cultura del go for it, no esperes que las cosas vengan a ti sin luchar, sin sacrificar algo. El que algo quiere algo le cuesta, y lo que no cuesta dinero cuesta trabajo, y mucho. En fin, que el día debería tener treinta horas y yo dormir cuatro horas menos para poder conseguir todo eso que se supone que quiero, o peor, necesito para sentirme completo, satisfecho y en paz. Pero curiosamente, cuanto más esfuerzo, más se aleja la sensación de plenitud, de sentirme segura y a salvo, la tensión y el casancio se acumulan y no queda mucho espacio para el silencio, la quietud, el dulce no hacer nada. De hecho, en nuestra cultura, descansar significa rellenar los huecos de nuestra apretada agenda con esa actividad superflua, frenética y agotadora que llamamos ocio.
La
idea tan extendida que tenemos que llegar a ser (léase también hacer o
tener) algo que aún no somos y que además debemos sacrificarnos para
obtenerlo es un cáncer que corroe nuestra sociedad. Si se pusiera el
mismo énfansis en que para sentirnos bien nos tomásemos unos minutos al
día, quizá nos sobre con quince o veinte, para estar aquietadas y en
silencio, esto es descansar en el acto de, por unos minutos, renunciar a
solucionar mi vida, o la de mi vecino, o el mundo, por un ratito sólo,
dejar de analizar, comparar o cuestionar lo que Es y sumergirme en la
quietud, sin más. Sentir, aún cuando el pensamiento aflore, volver a la
sensación clara y vibrante de mi propia existencia, aunque cuando lo que
encuentre en mi quietud sea una insondable angustia o una profunda
desesperación, permanecer ahí, conmigo, en silencio. ¿Cuántas cosas no
se pondrían en orden, por sí solas, en este silencio?
¿Se
esfuerza una montaña en sostener su grandeza y majestuosidad? ¿Has
visto alguna vez una nube tratando de dar lo mejor de sí misma?
¿Conociste una vaca contabilizando el pasto que le queda por rumiar? En
serio, mira las nubes, las vacas, las flores, las aves del cielo. ¿No se
dedican en exclusiva a simplemente Ser? ¿No es esto Fluir?
¿Quieres
sacrificar algo? Apila en el altar de este bendito silencio todos tus
juicios y prejuicios, tus quejas y críticas, tus indispensables
opiniones acerca de esto y de lo otro, tu profundo anilisis del clima
político y la macroeconomía, y métele fuego a todo esto, deja que arda
hasta que se reduzca a cenizas. Y de estas cenizas, como Ave Fénix,
contempla el espíritu ilimitado que Eres alzándose y desplegando las
alas de tu gloriosa existencia. Ya eres pleno, sano. Ya estás a salvo,
por derecho propio, abundante y completa, dichosa y radiante como el sol
de mediodía. Ya Eres todo lo que quieres ser significa dejar de buscar,
permitir que las cosas, todas las cosas, sin juzgarlas como buenas o
malas, vengan a ti y acogerlas y atenderlas como regalos, como lecciones
valiosas, como fuentes de amor y de gracia. Nada de lo que ocurre en tu
vida, aunque venga en forma de profundos desafíos, por muy cruda que se
ponga la cosa, jamás, se te está pidiendo que seas algo que no eres, o
que entregues algo que no tengas ya, siempre está en tus manos responder
a la Realidad desde tu centro de quietud y silencio, dejar que las
acciones y las respuestas a lo que acontece, fuera o dentro, vengan de
dicha quietud y de dicho silencio. Reconoce esto, no eres muy bueno
controlando tu vida. Y si crees ahora, leyendo esto, que si tienes
control sobre las cosas que te pasan, dedica el resto del día a
preguntarte a intervalos de una hora ¿tengo control sobre la vida? Quizá
las respuestas varíen cada hora. En algún momento dirás, Por supesto que controlo mi vida, soy el capitán de mi barco, y quizá la hora siguiente un grito de impotencia y frustación resuene en tu interior, Hostias, ¿cómo me puede estar pasando esto? No lo entiendo, parecia un negocio seguro, o, Ella parecía sincera cuando decía que amaba,
y así cada hora tu respuesta variará y al final del día, cuando llegue
la hora de ir a la cama, tal vez te apetezca aquietarte un momento y
rendirte a la evidencia de que no tenemos ningún control, más que
durante un breve y engañoso espacio de tiempo, y al costo de un gran
sufrimiento, sobre las personas y cosas que no rodean. Sé el cambio que quieres ver en el mundo, como
dijo aquella Alma Grande. Ejerce el poder que tienes, no el de cambiar
las cosas, sino el de cambiarte a ti misma, el poder de estar presente y
actuar desde el estado de presencia, esfuérzate en esto. Con ardor.
En yoga existe el concepto de tapas que se traduce como ardor, fuerza de voluntad o disciplina, y se considera que es necesario este fuego interno para acometer la práctica, para buscar la verdad en nuestro interior, pero no es la idea de sacrificar algo nuestro para conseguir un resultado material, una pose final, cumplir una meta. En yoga ni siquiera se busca una respuesta, pues lo que el yoga ofrece es una experiencia, y es una experiencia interna, no tiene que ver con la forma sino con el contenido, y por definición no puede expresarse ni compartirse, sólo puede ser experimentada, gozada y agradecida. Quienes alcanzan esta experiencia de unidad y perfecta compleción, aunque sea temporalmente, extienden esta certeza en forma de amor y compasión, encuentran una forma de estar en el mundo que es ecológica y sostenible, tratan de darse y compartir la abundancia que han encontrado en sus corazones. El amor sólo sabe extenderse, y al darse, lejos de agotarse, se multiplica.
No estamos diciendo que no debamos querer mejorar la realidad que nos rodea, o quedarnos meditando todo el día esperando que las cosas se solucionen solas. Sostenemos que no puede haber un cambio sustancial y sostinible en las formas externas sin un profundo y sostenido cambio interior. Vayan a ver a Byron Katie, entrando en las cárceles de Estados Unidos a recordarles a asesinos y violadores su propia inocencia, a Marshall Rosenberg transmitiendo su Comunicación No Violenta a grupos de palestinos e israelíes, consiguiendo que éstos acaben abrazados en el perdón mutuo, o al mismo Dalai Lama, tratando con politicos, mandatarios y economista, y díganme si estas personas parecen estar luchando, sacrificando algo, o más bien se parecen más a las mansas vacas, o a las montañas, las nuevas flores de la conciencia humana transformando el mundo guiados por un Amor Incondicional.
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