¡Feliz año nuevo (con yoga es más fácil que sea feliz)!
Comenzar ¡por fin! con el yoga, o retomarlo es un propósito de año nuevo frecuente. Y no me extraña, a mí me pasa lo mismo. Debe tener algo que ver con la glándula pineal, sensible a la luz, como lo son también la piel y los ojos. Superada la vertiente de la noche más larga del año, ahora la glándula se suelta a segregar todo tipo de licores internos que nos animan a albergar con renovadas fuerzas buenos propósitos para un año que se presenta tanto mejor cuanto más empeño pongamos en ello.
Hacernos dueños de nuestra propia vida, embridar los corceles salvajes de las emociones, dar unas palmaditas en el hombro de un intelecto en ebullición.
Este va a ser un año verdaderamente bueno, porque nos lo proponemos como objetivo: alcanzar más sabiduría, luz, claridad, amor, salud, fuerza, alegría. Me repito estas virtudes como mantras mientras respiro en pranayama, mientras estiro mis tendones, músculos y huesos sobre la esterilla, sin depender de nada más que mi determinación y disponer a voluntad de una o dos horas de tiempo.
Ser feliz, que todos sean felices, paz, amor, dulzura, inteligencia, comprensión, feliz, feliz, feliz.
Ese es nuestro objetivo en esta tierra.
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