Considero que las primeras Jornadas Yoga y Meditación han sido un éxito por varios motivos.
Primero porque los participantes en las jornadas y los residentes en el Templo Zen nos hemos armonizado estupendamente. Nada más llegar el monje zen Mark Symons y yo nos pusimos a contrastar los programas y los horarios. Adelantamos o atrasamos algunas actividades y comidas para poder despertarnos a la misma hora, comenzar cada práctica al mismo tiempo, para luego encontrarnos en el comedor a la hora de la cena o del almuerzo. Me ha parecido apreciar que tanto unos como otros hemos valorado la convivencia durante este fin de semana. Sin la desinteresada colaboración de los residentes en el Templo Zen, estas jornadas hubieran sido imposibles. Gracias, por tanto.
Segundo, creo que el programa de Yoga para la Meditación tuvo su efecto. Durante las primeras meditaciones de media hora se escuchaba a los participantes moverse y respirar sonoro por la novedad que para muchos significaba estar media hora sentados. En la última, tras dos días de yogasanas y pranayamas, era tal la armonía y el silencio que nos quedamos sentados casi cincuenta minutos seguidos. Al final todos quedamos cansados pero considero también que relajados y serenamente satisfechos.
Tercero, la cocina fue excelente. El monje Zen Joaquín Gómez Sánchez ha sido el factótum y verdadero motor de estas jornadas. Para él va nuestro agradecimiento. Me decidí a organizar estas jornadas cuando mi tocayo me dijo que el se ocupaba de la cocina. Al monje zen Mark Symons le ocurrió lo mismo cuando aceptó albergarlas entre sesshin y semana fuse.
Cuarto, el tiempo acompañó. Había un sol espléndido y el campo lucía con un verde brillante tras de las lluvias.
Quinto, los niños, que eran cuatro y de edades próximas, se lo pasaron en grande jugando con los gatos y los perros, el barro y la montaña de grava que hay dispuesta frente al comedor para continuar la construcción del templo.
Sexto, era una delicia levantarse por la mañana con el sonido de la madera y el cencerro para caminar bajo las estrellas, con las claras del alba hacia el salón de prácticas. Igual por la noche cuando salíamos del comedor para descansar tras la cena en el silencio del campo.
Y séptimo, toda la atmósfera ha sido muy confianzuda y familiar, con las personas entrando y saliendo (sobre todo de la cocina) charlando unos con otros en los momentos de descanso o reposando tranquilamente al sol en silencio.
Gracias a todos, porque me habéis animado a intentar organizar otras antes del verano, si es posible.
Por cierto, si te interesa conocer detalles o participar, contacta ya con nosotros.
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