Con cerca de siete mil
millones de personas viviendo en el mundo, cada vez es más difícil
estar en soledad, o en silencio. Ya no existen aquello que se
llamaba, no hace tanto, espacios vírgenes, allá donde intentes
escapar, te aparece un otro, o una otra, o te suena el móvil, y si
realmente, por unos instantes consigues encontrar el espacio y el
momento para la quietud y la soledad, te aparecen en la mente, aquél
que dijo aquello que te dolió tanto, o te pones a ensayar alguna
conversación futura, tan improbable como incierta. No hay
escapatoria. Los Otros, aquellos y aquellas que parecen estar fuera,
para otorgarnos placer sólo en desproporcionada desventaja con la
guerra que nos dan, son tantos y tan presentes que debe haber algún
motivo por el que Dios los puso ahí. No puede ser que la Fuente que
crea todo esto cometiera el garrafal error de superpoblar el planeta
si lo que quisiera de nosotros fuese que andásemos metidos en cuevas
meditando todo el santo día. De hecho no hay actualmente una cueva,
escondrijo o profunda sima donde no te salga un tío con un casco de
espeleología flasheándote la cara con el móvil o haciéndose un
selffy con las estalactitas de fondo.
-¿Por qué, Señor, nos
mandas esta plaga de semejantes?
Y el Señor contestó.-
Para que encuentres la Paz en tu corazón y la entregues.
-¿Eins?- dijo el otro.
Y le sucedió un gran
silencio.
Cuando me siento delante
de las alumnas de yoga y les invito al silencio, sé que ese silencio
nos está conectando. Respirar juntos con otros seres humanos en
silencio nos conecta más profundamente que las muchas conversaciones
que podamos tener antes o después de la clase. Cuando me encuentro
con alguien sé en el fondo de mi corazón que todo encuentro es
santo y que el objetivo primero y final de todo ser en este planeta
es encontrar la paz y compartirla. También sé que este objetivo
sólo puede alcanzarse en el Aquí que nunca es allí y en el
atemporal Ahora. No es otro de nuestros interminables objetivos, o
“goals” para decirlo en lenguaje “coaching”, con los que se
puebla nuestra mente deseosa y conflictiva. Estos objetivos no son
más que la intentona de proyectar la paz en el futuro, una paz que
nunca llega porque la mente no deja de generar nuevos objetivos y
condiciones para estar feliz y en paz, que es su forma de permanecer
en la insatisfacción constante. Una mente proyectada fuera del
momento presente, temerosa o ansiosa por el futuro, culpable o
resentida en el pasado no puede hallar la paz, sencillamente porque
la Paz sólo reside en ese lugar que nunca hemos abandonado, más
cerca de nosotros que nuestras manos y pies, más cerca que nuestra
propia respiración.
El milagro llega
silenciosamente a la mente que se detiene por un instante y se
sumerge en la quietud- Un Curso de Milagros (28 11/1)
La Paz, igual que el
sufrimiento, es una elección, una cuestión de voluntad. La primera
es una elección consciente, sólo se puede elegir la Paz de forma
consciente, ejerciendo el poder de regresar a este momento precioso,
a este lugar sagrado, dentro de nuestros corazones donde no hay nada
que sanar, nada que arreglar o mejorar. Casi todo el mundo es capaz
de parar por un instante y conectarse con la Paz. Renunciar por un
momento a realizar el más mínimo esfuerzo, dejar de buscar
soluciones, de comparar esto con aquello, olvidarte de tomar
decisiones o encarar ningún problema, dolencia o enfermedad. Por un
instante, abrazar y aceptar el momento presente con todo lo que
contiene y respirar en Paz. Permitir que la misma consciencia en el
Ahora, en la respiración, en las sensaciones corporales actúen como
un disolvente del dolor. Desde esa quietud puedes nutrirte del
silencio, orar, pedir orientación, formular cualquier pregunta y no
contestarla, tan sólo regresar a la quietud, una y otra vez, y dejar que
las respuestas te encuentren a ti, que las decisiones se tomen desde
ese lugar de poder, justo en el centro de tu corazón. El sufrimiento en
cambio es una elección inconsciente, condicionada, elegimos sufrir por
pura ignorancia. La Paz siempre
está ahí, sólo tenemos que hacernos conscientes de ella y
compartirla. Así lo sentimos por aquí. No hay otro trabajo ni
ninguna otra práctica.
Entonces cuando te
encuentres con otro ser humano, por muy agitado o amenazador que se
presente, ten el buen tino de recordar que en el fondo de su corazón
sólo desea estar en paz, y que ciertamente esa Paz ya se encuentra
Ahí. Toma contacto con tu propia Paz y compártela con toda persona
que encuentres y ya no verás enemigos por ninguna parte, sólo gente
que sufre y que desea la Paz. Si ellos no pueden encontrarla por si
mismos, bríndales tu Paz.
Aprovecho para animaros a
recibir las enseñanzas de lama Tenzin Wangyal Rinpoche, un monje que
se hizo laico y que actualmente vive con su mujer y su hijo en
California. Este hombre ha sabido tomar la esencia del budismo bön
tibetano, tradición de la cual procede, y entregárnosla sencilla,
sin liturgias ni ornamentos, el corazón puro de una enseñanza
milenaria que en esencia es aconfesional, es una enseñanza puramente
humana que básicamente consiste en encontrar el Refugio Interior
(esta Paz que en nuestra tradición se llama el Reino de los Cielos)
y encontrar Ahí todo lo que necesitamos para sanar. Este sábado es
el próximo seminario gratuito y on-line, que se titula precisamente
“Accediendo a las relaciones personales para nutrir tu alma”,
y
que forma parte del curso de un
año de duración: La Recuperación del Alma,, de modo que puedes unirte al grupo local de Málaga, si estás por aquí, o seguirlo desde tu casa
inscribiéndote en el siguiente enlace: AQUI.
Si quieres conocer mejor nuestro trabajo pincha en los siguientes enlaces:
y
Que la Paz sea con
Contigo
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