Foto: Victoriano Moreno
Me ha parecido siempre que las personas que más pontifican contra los peligros y las celadas del ego son precisamente quienes tienen un ego del tamaño de Constantinopla. Es al menos lo que me pasa a mí mismo sin ir más lejos. Lo confieso: tengo un ego que es una cosa seria...
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2 comentarios:
Gracias Joaquín, un artículo original e interesante. Además es verdad lo que dices: en general cuanto más se pontifica sobre los peligros del ego, más ego.
En general no nos paramos a verlo, porque no queremos verlo. Tú tienes el valor de escribirlo y hacerlo explícito. Estos maestros de yoga tienen un ego descomunal. Para qué poner nombres, casi todos los vemos, los conocemos y los admiramos por mucho motivos.
Pero también existen grandes, muy grandes, yoguis sencillos, dulces y pacíficos llenos de naturalidad y facilidad, esa fluidez que simplemente se deja ir. A esos casi no los conocemos de tan grandes, de tan suaves, de tan limpios, como agua clara y transparente, diría el zen.
Pienso que no resulta fácil lograr que se den las condiciones favorables o incluso necesarias para la práctica del yoga si el maestro no tiene cierta autoridad, aunque ha de ser una autoridad muy especial, en absoluto impuesta. Pero no sé si estamos hablando de ego, destreza, personalidad... Yo también tengo un gran ego y en ocasiones -confieso- choca con el de Joaquín, en un plano muy sutil, así que entre el esfuerzo de las asanas y el asunto de los egos, siempre llego a casa rendido.
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