Hace algunos años que leí el librito exquisito Biología del Amor, del biólogo chileno Humberto Maturana, y me pareció conmevedor redescubrir mi propia fisiología como un instrumento del amor. Unas manos hechas para la caricia, una piel diseñada para ser acariciada y un cerebro diseñado para las sutilezas de las emociones más refinadas. Hoy veo este vídeo de este gran pensador y amador, y me pregunto: En un planeta con casi 7000 millones de habitantes, ¿cómo podemos estar negando a los demás? Gracias Humberto por la poesía de tu voz.
Om Gratitud
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