Esta asociación metafórica entre sabores y emociones o caracteres funciona porque, primero, determinados sabores producen de hecho determinadas emociones y, segundo, porque determinadas emociones provocan determinados sabores. Ya mencionamos la relación que se establece entre los órganos y las emociones. Los órganos y las entrañas segregan y procesan determinados sabores o sustancias de esos sabores. Por ejemplo, algunos jugos gástricos son de naturaleza ácida. La bilis que segrega el hígado y recoge y administra la vesícula es amarga, el bazo-páncreas procesa el azúcar del cuerpo, los riñones regulan la sal. Si las emociones se relacionan con los órganos y los órganos con los sabores en el cuerpo, es lógico que las emociones y los sabores estén en relación de mutua causalidad, o sea, los unos son causa de los otros y viceversa.
Es experiencia común y cotidiana que las personas procuren regular de un modo consciente o inconsciente sus humores abundando en uno u otro sabor. En los momentos de desazón (otra metáfora de sabor) o sinsabor (también) o desamor, se procura lo dulce. En el Ayurveda se dice que se procura en estos casos también lo graso. Las tabletas o bombones de chocolate, por ejemplo, combinan ambas cualidades en un solo alimento. Para tonificarse se busca lo ácido y lo picante. Para activarse se procura lo amargo, como el café o el chocolate, que en su estado puro tiene ese sabor. Para animarse se quiere lo salado, sabor abundante en los aperitivos. Y luego las combinaciones entre sabores y humores en estados de ánimo y alimentos son tan numerosas como la combinatoria matemática permite y, en muchos casos, aparentemente contradictorias.
El cuerpo humano tiene una peculiaridad con respecto al de otros mamíferos: los músculos cutáneos que en otros animales se reparten por diferentes zonas del cuerpo, en nuestra especie se concentran en el rostro. Como es conocido estos músculos son sensibles a las emociones, pero a los sabores también y de modo parejo. En ocasiones, viendo las expresiones faciales de las personas, se me representa como si estuvieran degustando caramelos emocionales con estos sabores: amargura, dulzor, salado, ácido, picante o sus posibles combinaciones.
Estas observaciones nos sirven para constatar la estrecha relación que existe entre el cuerpo y el carácter o los vaivenes emocionales del alma.
Para centrarnos en el asunto principal que nos ocupa, existe un cuerpo físico y otro cuerpo que podemos llamar místico, pero que también, para entendernos, podemos llamar “espíritu”.
Volviendo al asunto de los sabores, pero sin abandonar el del espíritu, en el Ayurveda se tiene este conocimiento muy sistematizado. Del mismo modo que se relacionan los sabores con las emociones, también se relacionan con los caracteres o las constituciones. También en Occidente se atribuyen sabores a los caracteres aunque no sea de un modo tan sistemático: se habla de caracteres dulces y de tipos amargados o también salados.
Un detalle interesante: desde una perspectiva espiritualista, se dice que para encarnarse un espíritu, para existir en la tierra, ha de hacerlo de un determinado modo, con una determinada constitución o carácter.
Según el Ayurveda, dentro de cada constitución prima un sabor o varios de ellos. Conseguir el equilibrio entre los sabores significa preservar la salud. Si alguien abunda y consumen en exceso el sabor o los sabores que le caracterizan entonces enferma. Pero si, como es natural, los evita, permanece sano.
Este sistema de sabores y emociones o caracteres va cobrando sentido conforme se conoce con mayor profundidad. Podríamos profundizar en este sentido pero necesitamos concentrarnos en la línea central de estos argumentos.
Este escrito es parte del borrador de la conferencia ofrecida en las II Jornadas de Arte Moderno y Contemporáneo sobre el Cuerpo en el Arte, organizadas y publicadas por el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira, Sevilla
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